El 1 de noviembre no es un día agradable para muchos. Es el día en el que se recuerda a todas las personas que amamos y que a lo largo de nuestra vida se han ido yendo. Como todo, el día 1 puede convertirse en un paño de lágrimas y dolor, o transformarse en un día simbólico para recordar con alegría, nostalgia y amor a las personas que tanto hemos querido. Cuestión de cultura, tradición, actitud y voluntad.
Las personas que han perdido a alguien muy significativo han experimentado esa sensación de vacío que sientes cuando la pérdida no tiene vuelta atrás, cuando ya nada puede reemplazarla. Es un concepto para el que no se nos educa, ya que de ser así, apreciaríamos mucho más cada momento vivido, cada rato que pasamos juntos, elegiríamos mucho mejor las batallas, no nos dejaríamos ofender con tanta facilidad y valoraríamos más los detalles de las personas que queremos en lugar de sus críticas, enfados o momentos de conflicto. Pero somos humanos, y a pesar de que la muerte es algo con lo que convivimos, no nos gusta hacernos a la idea, y mucho menos prepararnos para ese momento. Vivimos de espaldas a la muerte, ciegos, pensando que seremos eternos o que lo serán los que nos acompañan.
No quiere más quien más pena tiene. No es mejor familiar o amigo quien más llora, sufre o muestra su dolor. Vivimos en una cultura en la que relacionamos duelo y dolor con amor. Pero se puede extrañar muchísimo a alguien recordándolo con alegría, con una sonrisa, incluso con humor. Estoy segura que, de estar contemplándonos desde algún lugar, ellos preferirían que los mentáramos desde la felicidad y no desde el lloro y la pena.
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Para vivir estos días con un poquito más de serenidad:
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Elige tus recuerdos. Quédate con lo que la persona aportó a tu vida. Trata de revivir y recordar momentos de risa, las pequeñas historias o lo que compartías con la persona. A lo largo de la vida hay momentos vividos para dar y regalar. Poner el foco en lo alegre es algo que eliges tú.
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Habla de la persona en términos positivos con los demás. A tus hijos y a tus amigos les quedará un recuerdo genial si la recuerdas con gracia y con optimismo. Hablar con la gente es relajante y te sentirás apoyado y querido. Hablar desahoga. Enseña a tus hijos y familiares otro modelo de conducta que relacione amor y muerte de forma positiva. En las películas americanas nos suelen mostrar un funeral bastante más alegre que los que celebramos nosotros. Se reúnen, cuentan mil batallas, comen, ríen y cocinan en la casa de la persona fallecida. Ponen vídeos, ven fotos, pero todo desde la nostalgia positiva.
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No conviertas a la persona fallecida en un mártir. Frases del tipo “pobrecito, Dios lo tengo en su gloria”, “era la mejor persona que he conocido”. Cuando interpretas que no se merecía la muerte, como si la muerte fuera un castigo en lugar de algo natural, tu nivel de sufrimiento aumenta. Todo lo que nos parece injusto nos genera malestar, pero si encima va unido al fallecimiento de alguien, todavía peor.
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Acepta la parte injusta de la vida. La vida tiene una parte injusta que no podemos controlar. Es así. Cuando alguien fallece en un accidente de coche, una caída en el trabajo, una muerte súbita o una enfermedad a una edad temprana, el dolor todavía es mayor. No porque la vida de una persona valga más que la de otra, sino por su lado inesperado. La muerte te coge de sopetón, a una edad o en un momento en el que no contabas con esta experiencia traumática. Nos cuesta encajar estas noticias, no entran dentro de nuestros esquemas. Así que solemos cavilar, pensar en qué hubiera pasado si… Cavilar pone el foco de atención en lo injusto, en el dolor, y sin querer conviertes el tema en un monotema que solo te lleva a sufrir.
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Expresa tus emociones, si tienes que llorar, llora. Reprimir las emociones no te beneficiará en nada. Pero trata también de crear buenos momentos, de estar acompañado y de hacer la visita al cementerio con personas en las que apoyarte. Expresar las emociones no es sinónimo de dejarte llevar todo el día por el dolor.
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Trata de llevar una vida activa. No te aísles, no te sientes en un sillón a ver la vida pasar, no te abandones en la cama y limites completamente tu vida. Ahí fuera hay más personas que te necesitan. Decía Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco que estuvo preso en los campos de concentración nazi, que “en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros”. Siempre hay alguien que te necesita, y está aquí, contigo.
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Acepta la pena. Vivimos en una sociedad en la que rehuimos del todo el malestar. Queremos estar siempre felices y a toda costa. Nos bombardean con mensajes positivos y optimistas y parece que si no estuvieras feliz, no serías nada. El duelo cursa con pena, y eso es normal. No la quieras evitar. Deja que todo siga su curso natural.
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¿Cómo querría ser recordada la persona que se ha ido? Incluso después de fallecida, podemos tratar de satisfacer sus deseos. Estoy segura que desearía para ti felicidad, que siguieras teniendo una vida plena y que la recordaras para disfrutarla.
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La persona deja de estar físicamente presente pero no tienes por qué olvidarla. Habla con ella, escríbele cartas, cuéntale cómo sigue todo por aquí abajo. Hay muchas personas que dicen sentir paz cuando siguen teniendo algún tipo de contacto, aunque sea simbólico, con la persona que ya no está.
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Suelta.Si llevas mucho tiempo o muchos años enganchado al recuerdo, aprovecha este día 1 de noviembre para realizar un gesto simbólico y dejar ir. Hay personas a las que les cuesta retomar actividades lúdicas, conocer a una nueva persona, que dejan que los recuerdos y la pérdida les condicionen el presente y el futuro. Terminan por no vivir. Es el momento de volver a sentirte vivo. Dale las gracias a la persona por todo lo que te aportó y empieza a vivir de nuevo.
Feliz día 1 de noviembre. Recuerda que tienes la capacidad para elegir en qué centrar tu atención, si en la pérdida o en todo lo positivo que esa persona te dejó.