Verse bien es importante para sentirse bien, ¿pero dónde está el límite entre estar bien y la obsesión y la dependencia? El siglo XXI y el culto al cuerpo y la vida sana han traído también consigo nuevas obsesiones: ortorexia, potomanía y vigorexia. La ortorexia fue definida en el año 2000 como una obsesión patológica por la comida biológicamente pura; la vigorexia es la obsesión por un cuerpo perfecto y musculoso, y la potomanía es la obsesión por beber agua y sentirse purificado.
Vivimos en una sociedad en la que lo bello es bueno. La belleza la simboliza el buen tipo, el cuerpo atlético, estar delgado, moreno, tener una piel tersa, un pelo brillante. En definitiva, símbolos de la juventud, de lo exterior, del deseo. Parece que lo que nos entra por los ojos tenga más valor que lo que escuchamos, sentimos y percibimos de las personas.
Muchos son los que se sienten fuertes sintiéndose guapos y deseados. Y con ello ponen todo el valor en cuidar su imagen y su aspecto. Depender de tu físico para sentirte seguro es agotador. La seguridad y la confianza en uno mismo, así como el reconocimiento y la aprobación por parte de los demás, tienen que venir de ser capaz de llevar una vida coherente con tu escala de valores. Es el valor de lo que ofrecemos con nuestros conocimientos, experiencias, generosidad; valores que nos van a acompañar toda la vida. El aspecto físico cambia con la edad, y tenemos que estar preparados para aceptar los cambios y no rebelarnos contra ellos. Si la gente está contigo por lo guapo que eres y no por tu forma de ser, ¿se irán de tu lado cuando envejezcas?
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La gente termina autogestionando sus vidas para atender su obsesión: lo que come, lo que bebe y lo que se ejercita en el gimnasio. Las obsesiones son desórdenes que afectan a todas las facetas de nuestra vida: desde aquello que priorizamos y el ejemplo que damos hasta el trabajo y las relaciones que mantenemos. Sabemos que se transforma en problema cuando nuestra vida está básicamente orientada a conservar la obsesión. La persona que ha encontrado la seguridad y la confianza en su físico, convierte su vida en estar siempre cuidándose. La vida tiene que tener un equilibrio, en el que además del cuidado del cuerpo, cuidemos los valores, la mente y las relaciones personales. Y el límite más importante es el que tiene que ver con la salud. Para estas personas, no cuidar su alimentación, el consumo de agua y el cuidado del cuerpo generan una ansiedad altísima. Así que la manera de calmar la angustia consiste en seguir aferrado al cuidado obsesivo de su cuerpo.
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Especial importancia habría que dar a los modelos de conducta que inculcamos en casa a nuestros hijos. Los hijos ven y aprenden. Si contemplan a una mujer que no come, que continuamente habla de la juventud, que no se deja fotografiar si no va maquillada, que desprecia el pasar de los años, que se viste como si tuviera 20 años menos…, lo que aprenden los hijos es que la manera de tener éxito es a través de la belleza y la juventud. No son los estudios, ni el trabajo, ni el esfuerzo, sino lo que los demás ven por fuera.
Consejos para aceptarnos sin tener que modificarnos:
- Atrévete a ser tú mismo. Mira dentro de ti y busca tus fortalezas. Las tienes, pero a veces estás más pendiente de lo que no te gusta de ti que de lo que rechazas.
- Además de cuidarte físicamente, busca el placer en las relaciones personales, las actividades y el ocio, en tus momentos a solas y en tu trabajo.
- Trabaja tu confianza y seguridad. ¿Podría fortalecer mi autoestima, sentirme seguro, si cultivara otros valores?
- Si de verdad necesitas perder peso o realizar algún cambio físico, asegúrate de ponerte en manos de profesionales.
- Rodéate de personas que te valoren por tu forma de ser, no por tu belleza. Es obvio que no podemos caer bien o gustar a todo el mundo. Busca amigos afines, con los que puedas estar relajado, siendo tú y no la versión de lo que se espera de ti. Huye de quien critica tu forma física.
- Acepta que las personas cambian, cumplen años, pero que a la vez se llenan de experiencias y vivencias que las enriquecen como personas.