Nuestros mayores enemigos emocionales no suelen estar fuera, deambulando por la calle. Suelen habitar dentro de nosotros: los miedos, los pensamientos limitantes, las creencias dogmáticas de cómo deberías comportarte y cómo deberías ser y, sobre todo, las constantes valoraciones sobre ti mismo. Te pasas todo el día juzgando todo lo que haces y dejas de hacer. Muchas personas sufren ansiedad y frustración en su trabajo y en su vida personal y social porque tienen la sensación de que lo que hacen nunca es lo suficientemente perfecto, que se podría haber mejorado, y se sienten culpables. Culpables por detalles que los demás nunca seremos capaces de percibir.
Pero… estamos en julio y es el mes del verano. El mes en el que mucha gente empieza a plantearse las vacaciones. Te puedes ir tú de vacaciones o puedes mandar a paseo a tu crítico interior. Empecemos por este paso.
¿Quieres saber cómo afrontar la ruta de tu vida? ¡Descúbrelo!
Para que tu crítico interior se tome, no unos días de descanso, sino toda la vida, necesitas:
- Despedirte del perfeccionismo y de la exigencia.
Te estás exigiendo lo que nadie te pide: ni tus hijos, ni tu pareja, ni siquiera en el trabajo. Dar más no es dar lo mejor. Tu valor como persona no depende de tu nivel de perfeccionismo. La parte más oscura de querer ser perfecto es que te has marcado un objetivo inalcanzable. Nadie es perfecto, y tú, tampoco. Ni lo eres ni lo serás.
- Trabajar la aceptación.
Una vez que decides ser como el común de los mortales, hay que aceptar que no todo sale como nos gustaría. Porque no trabajamos y vivimos solos. Intervienen otras personas y otras variables. Acepta la parte que no puedes controlar. Acepta esa ruptura y deja de buscar en qué medida tú podrías haber hecho las cosas de otra manera, en qué medida tú cometiste un error como persona. No siempre eres responsable de lo que pasa. Acéptalo sin más, sin darle más vueltas.
- Centrarte en la versión positiva y capaz de ti.
Es imposible no tener aspectos de nosotros que nos gusten, incluso que nos encanten. Pero a veces pasan desapercibidos porque tienes puesta toda tu atención en lo que detestas. Detestas y criticas tu forma de relacionarte, tu físico, tu lentitud a la hora de tomar decisiones. Te criticas por muchos motivos. Recuerda esto: la crítica no soluciona, solo te debilita.
- Entrenar tu potencial.
No eres tus debilidades, eres lo que puedes hacer con ellas. Todos tenemos capacidad de modificar lo que no nos gusta. No estamos obligados a ello, ni a ser perfectos. Pero sí debemos saber que la motivación y nuestra capacidad de aprendizaje nos permiten modificar formas de comportarnos, pensar y sentir que pueden hacernos daño o que no nos gustan de nosotros. Destierra definitivamente el “yo soy así” como justificación.
- Hablarte con respeto.
Implica tratarte con el mismo cariño con el que tratarías a alguien a quien admiras, aprecias o quieres. ¿O acaso no te quieres a ti mismo? Pues mereces el mismo trato compasivo y condescendiente. Tratarte con amabilidad no implica dejadez, solo implica hablarte con respeto.
- Modificar creencias rígidas de cómo deberían ser las cosas.
Desde pequeños vamos generando una serie de esquemas rígidos de cómo debería ser el mundo. Esquemas que se configuran a través de la educación que recibimos y de lo que vamos decidiendo que es bueno o malo para nosotros. Esos esquemas muchas veces se convierten en exigencias que expresamos en términos de “debería”, “tendría”, “siempre, nunca”. La exigencia nos lleva a no dejarnos pasar ni una, y cuando no somos capaces de cumplir con ellas, nos sentimos culpables. Trata de reconvertir tus creencias en “sería genial”, “podría”, “a veces”.
- Ande yo caliente… ríase el crítico interior.
Un poquito de pasotismo viene genial para la paz interior. ¿De verdad que esto es tan importante? ¿Lo será también mañana? Seguro que no. Lo que no es importante no merece que pierdas el tiempo y tu paz con ello.
Todo el mundo tiene derecho al descanso, incluso tu crítico interior.