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La ruta de tu vida

Feliz Navidad y felices sobremesas

Diciembre 21, 2017 5 min 6 veces compartido

Un factor estresante de la Navidad es la obligación de pasar tiempo íntimo con personas que no te caen bien, que son tóxicas y que te estresan. La familia obliga. Si uno pudiera elegir, no tendría a ese cuñado o a ese suegro compartiendo un momento en el que se ensalzan valores como la bondad, la familia o la unión. Pero mucha gente se ve en la tesitura de tener que declinar lo que le apetece en función de unas normas, obligaciones sociales y familiares, que les empujan a compartir su tiempo con quienes están incómodos. Lo hacen por su madre, por su pareja, para que los niños tengan la experiencia de pasar una Navidad en familia o por el motivo que sea. Normalmente, el motivo que te empuja suele ser más poderoso que la razón por la que no irías. Así funciona la vida, tomamos decisiones que nos obligan también a realizar renuncias. Renuncias a tu completa paz interior y te expones a correr el riesgo de perder el control y a no estar cómodo en una cena de la que te encantaría poder disfrutar más.

Con estos consejos no podrás eludir la situación si has decidido vivirla, pero sí podrás pasar un rato mejor.

  1. No anticipes lo que no deseas vivir. La mente encuentra lo que va buscando. En psicología hay un término que lo define: profecía autocumplida. Si no deseas discutir, no pienses antes de la cena: “Ya verás como hoy la tenemos con el cuñado. Es que siempre genera tensión en cualquier reunión, es especialista en ello”. Cuando anticipas que algo desagradable puede ocurrir, la mente se prepara para buscar señales, detalles, información que reafirmen tu teoría. Así que, a la primera que haga un comentario graciosillo, tú pensarás: “Ves, ya empieza”, y solo estarás pendiente de lo negativo. Por el contrario, si tiene un momento educado, cordial, no serás capaz de percibirlo porque tu mente solo está centrada en encontrar lo que te desagrada de la persona. También ocurre cuando anticipamos lo positivo.

  2. Lo controlable, bajo control. Todo lo que alejes de la improvisación te hará sentir seguro. Cuando un comentario de alguien que no nos cae especialmente bien nos pilla fuera de juego, tendemos a perder la amabilidad y la serenidad. Pero si te anticipas con la técnica del condicional, verás cómo algunas situaciones no te cogerán por sorpresa. Para realizar la técnica del condicional trata de completar la siguiente frase: “Si…, entonces yo…”. Mira mi ejemplo: “Si mi cuñado empieza a hablar de política desde su postura categórica y agresiva, entonces yo hablaré de mi running con mi cuñada, a la que también le gusta correr”.

  3. Ande yo amable y ríase la gente. Independientemente de cómo estén de alterados, crispados, alegres, pasados de copas o de graciosillos los demás, si tú eres capaz de responder con amabilidad y estando en tu sitio, luego te sentirás tremendamente orgulloso. Mientras otros subieron la voz, dieron lugar a tensiones o hicieron el chiste inoportuno de turno, tú estuviste elegante, sin nada de lo que después puedas reprocharte o de lo que te avergüences. La Navidad y el consumo exagerado de alcohol desinhiben el lóbulo frontal, y con ello las formas, la educación y los límites. Ponte como objetivo no subir la voz, ser discreto y no hacer bromas que puedan no ser graciosas para todos.

  4. No provoca quien quiere sino quien puede. Lo que hagan otros familiares te tiene que dar igual. Entrar al trapo es cosa tuya. Así de claro. Porque si no entiendes la provocación como algo personal, aunque el otro lo pretenda, no conseguirá sacarte de quicio. Si tu familiar tóxico saca un tema polémico a sabiendas que alguno de los presentes entrará al trapo, pero tú decides no participar, no irá más allá. Pero si, por el contrario, te centras en pensar: “Otra vez, como cada año. Pero cómo se puede ser tan inoportuno y pesado. Es que me saca de mis casillas”, terminarás por mirarle con agresividad, contestarle mal, y entonces el otro habrá ganado la batalla. Si te preguntara a ti personalmente buscando el conflicto, puedes contestar algo tan ambiguo como: “Ah, sí. Igual. Puede. Ahora no sé”. Y no te salgas de ese discurso.

  5. Pilla el sitio estratégico. Siéntate al lado de los amenos, los discretos, los educados o de aquellos con los que puedes mantener conversaciones sanas, amenas y divertidas.

  6. No le lleves la contraria, no le digas que se equivoca, no trates de razonar. Hay personas a las que les gusta polemizar, lo llevan en la sangre. Para ellos es la salsa de la vida. Así que por mucho que tú te trates de explicar, no vas a conseguir nada. Porque para ellos no es importante conocer tu punto de vista. No les interesa. Les interesa tener el protagonismo. Lo mejor que puedes hacer es dejarlo estar. No pierdes la batalla, ganas serenidad.

¡Felices sobremesas a todos!

 

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