Decía Martha Graham, coreógrafa y bailarina estadounidense, que “hay una vitalidad, una fuerza interior, una energía que se traduce dentro de ti en acción, y porque sólo hay uno como tú en esta vida, esa acción se convierte en única. Y si la bloqueas, nunca más volverá a existir a través de ningún otro medio, y se perderá para siempre. El mundo nunca más la tendrá. Y no es tu incumbencia determinar cuánto es de buena esa energía, ni tampoco su valor, ni compararla con otras expresiones. Tu incumbencia es mantenerla tuya de manera clara y directa, mantenerte receptivo a ella”.
Tendemos de forma natural a acomodarnos a los demás y a darles lo que creemos que esperan de nosotros. Y con ello dejamos de ser nosotros. “No te rías a carcajadas, que es de mala educación; no cuentes ese chiste, que no tiene gracia; no te pongas ese vestido, que estarás fuera de lugar; no digas palabrotas, que son malsonantes; no hables sobre ese tema, que los demás no lo entenderán.” Entre los dogmas y directrices de los otros y los que nosotros nos vamos imponiendo, dejamos de ser lo que somos por miedo a defraudar, a no encajar, a ser criticados, a no ser como todos. Nos gusta pertenecer a la media, a pesar de que la media sea un equipo de borregos autodirigidos. Si no muestras el lado tuyo, si no te muestras tú, ¿cómo podremos saber lo maravilloso que eres? No hay otra versión como tú, tú has roto el molde. Y esto es ciencia pura, genética. Así que cualquier faceta que enseñes, tu talento, tu forma de ser, tu gracia, tu estilo o cómo te relacionas, será un descubrimiento para todos. Y sobre todo, ser tú es la mejor manera de no defraudarte a ti mismo.
A lo largo de la vida vas a defraudar a muchas personas, más que por ser tú, porque los demás exigen y esperan de ti lo que a ellos les hace la vida cómoda y fácil, como por ejemplo el hecho de estudiar la carrera que hizo tu padre te asegura poder quedarte en el despacho, y eso, para tus padres es cómodo, fácil y les da seguridad. Es normal, quieren lo mejor para ti. Pero no tengas miedo a defraudar, ya que forma parte de la vida. Si no defraudas, igual sufres, ya que terminarás eligiendo lo que no te hace feliz. ¿Hay algo más triste que hipotecar tu felicidad para que otros lo sean? Otros que ya han tenido su oportunidad, que eligieron o no sus vidas, pero que no pueden buscar ser felices a través de ti. Porque el mayor gesto de amor es ser feliz si el otro lo es, elija lo que a ti te conviene o no.
No te sientas inferior ni saques juicios de valor pensando que eres débil por querer ser aceptado. El miedo a no encajar en el grupo o a sentirte rechazado tiene un sentido evolutivo. De siempre hemos necesitado a la manada para sobrevivir. Dentro del grupo nos sentimos protegidos y seguros. Pero en 2018 no vivimos en la selva, no tenemos fieras acechando ahí fuera, y el hecho de ser tú mismo puede que te saque de una manada pero te permita meterte en otra. Perder a gente que no acepta como eres ni las decisiones que tomas no es una desgracia, es un regalo de la vida. Permite distinguir quién te aprecia por ser tú de quién desea tener una marioneta a la que manejar. Es importante estar rodeado de personas que te aprecian y a las que también aprecias tú. Pero no a cualquier precio.
¿Cómo podemos encontrar el equilibrio?
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Conócete bien. Dedicamos tiempo a comer de forma saludable, a estudiar una carrera, a practicar ejercicio, pero, ¿dedicas tiempo a tener conciencia de quién eres, qué quieres, qué te hace sentir bien?
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Toma decisiones en función de lo que tú deseas, salvo que estés perjudicando seriamente a alguien. En esos casos, como puede ser cambiar de ciudad por temas de trabajo y arrastrar a tu pareja, habrá que consensuarlo. Las decisiones que tú tomes en función de los criterios de otros no las van a vivir otros, las vas a vivir tú. Son para ti.
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No tengas miedo a perder a los que no te aceptan. No puedes fingir toda la vida. En algún momento tendrás que dejar de hacer ese esfuerzo y, al final, también los perderás. Quien se tenga que ir por no aceptarte, tanta paz lleve como gloria deja.
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Tu felicidad no depende de la aprobación de otros. Trabaja tu independencia emocional. Ello supone asumir tus errores, no juzgarte, disfrutar de tus éxitos, saber que eres valioso a pesar de las decisiones que tomes y de los fallos que cometas.
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Trabaja tu seguridad, tu confianza y tu autoestima. Existen libros buenísimos que te dan pautas para fortalecer el concepto que tienes de ti mismo. Y si no, invierte en un profesional que pueda ayudarte. Vale más la pena invertir en tu bienestar que en la última tecnología.
Cuando buscas constantemente la aprobación de los demás, terminas por confundirte. ¿Quién soy, quién deseo ser, ésta es la vida que quiero? Conócete y vive con coherencia en función de lo que eres y de lo que deseas.