Enero es el mes de los propósitos, de las rebajas y de los cambios de regalos que no nos gustaron en Navidad. También es el mes de la cuesta de enero y de la vuelta a la rutina. Y este año se suma la cuesta emocional. Todo nos pesa más que antes, porque seguimos dentro de la fatiga pandémica… a pesar de la esperanzadora noticia de la vacuna.
La vieja y la nueva normalidad
Estamos agotados, faltos de soluciones inmediatas, fantaseando con la vieja normalidad. Adaptados a las nuevas rutinas, pero con ganas de perderlas de vista. Las emociones van a una velocidad vertiginosa, como si viajaran en trenes de AVE. Tan pronto estamos felices y esperanzados, como agotados y tristones.
Enero es el mes de la esperanza. El mes al que confiamos los cambios y la buena suerte. Por eso, lastrando el año pasado, no parece que el 2021 tenga pinta de venir a salvarnos la vida. Igual somos nosotros los que tengamos que salvárnosla emocionalmente.
¿Qué hacer para superar esta cuesta emocional?
Gran parte de nuestro estado emocional depende del lugar en el que nos enfocamos. Nuestra mente funciona como una linterna en la oscuridad. Solo es capaz de enfocar y alumbrar el punto al que la diriges. Alrededor nuestro siempre están ocurriendo cosas. Buenas y malas, tristes y alegres, bonitas y feas. Incluso no tienen por qué ser dicotómicas. Tenemos una escala de grises. Alrededor nuestro ocurren muchas cosas a la vez, en las escalas dicotómicas o en las escalas de grises. Y dada nuestra capacidad de atención limitada, no somos capaces de prestar atención a todo. A lo bueno y a lo malo, a lo triste y a lo alegre, a lo bonito y a lo feo.
Dependiendo de las “directrices” que introduzcamos en nuestra mente, esta atenderá a unos u otros estímulos. Estas directrices pueden ser conscientes o no conscientes. Es decir, muchas veces atendemos aquello a lo que ya estamos acostumbrados. Puede estar determinado por tu profesión, por tu forma de ser, por los miedos que te inculcaron de pequeño… Cuando eres sanitario en tiempos de pandemia, tu mente se fija mucho más en quién incumple, en quién se va de fiesta, en quién niega la situación, que si ejerces cualquier otra profesión.
Otras veces, esas directrices que guían nuestra atención dependen de sucesos importantes que están ocurriendo en ese momento. Por ejemplo: imagina que has perdido el trabajo por culpa de la pandemia. Lo normal ahora es que tu mente se centre más en las noticias, información o imágenes que salen en las redes que hablen sobre el tema de la pérdida de empleo de miles y miles de personas. Igual antes de perder tu empleo jamás te fijabas en el número de desempleados, en lo complicado que era encontrar trabajo a partir de cierta edad o en las diferencias salariales. Pero ahora este tema se ha vuelto “tu tema”.
Ahora te duele más, ahora te afecta de lleno y, por eso, tienes un interés especial en saber cómo evolucionan las noticias sobre el desempleo. Para sentirnos como los demás, también tendemos a leer lo que se asemeja a nosotros, y con ello nos metemos en el bucle. Dejamos de atender a quién sí le va bien, a las empresas que han evolucionado o crecido en esta pandemia, y tenemos la sensación de desolación y malas noticias. Ambos tipos de noticias son ciertas, aunque unas son alentadoras y las otras no. Pero tu mente tiende a buscar lo que le inquieta y abruma en ese momento. Pero no te ayuda. Solo te ayuda a estar peor.
Cuidar de tus emociones no depende, en este ejemplo, solo de encontrar empleo. Depende también de que tú elijas buscar otras fuentes de información, hablar sobre otros temas. Porque eso te dará esperanza y, seguramente, algunas soluciones.
El desempleo en este artículo solo es un ejemplo. Una de las muchas noticias que venimos sufriendo desde el fatídico marzo de 2020. No podemos cambiar lo acontecido. Ni el dolor, ni los fallecimientos, ni la tristeza, ni la pérdida de empleo, ni la falta de abrazos, contacto y besos. Pero sí podemos decidir dónde poner el foco para que, mientras encontramos soluciones entre todos, podamos vivir con un poco más de ilusión, alegría y esperanza. Eso sí está en nuestra mano y sería genial que ningún virus nos las arrebatara.
¿Y cómo entrenamos nuestra manera de ver las cosas para que esta nos favorezca?
- Lleva un pequeño diario de aquello que sí funciona, de lo que has disfrutado durante el día.
- Deja de leer intencionadamente lo que te frustra o entristece. Es importante estar informados, pero, por favor, dosifícate.
- Ilusiónate con proyectos nuevos.
- Rodéate de personas con vitalidad, de esas que inspiran, que te hacen reír, que te recargan las pilas.
- Medita, haz ejercicio, duerme… cuida de tus emociones.
- Trabaja el agradecimiento. A veces pensamos que, cuando nos sobreviene una desgracia o una crisis, no tenemos nada que agradecer. Pero siempre tenemos cosas que agradecer a nuestro alrededor… solo que no las vemos.
- Y algo muy importante, déjate ayudar.
Igual todavía no lo sabes… pero tu felicidad y serenidad las llevas dentro.