El dinero es un componente omnipresente en nuestras vidas. Gocemos de salud financiera y estabilidad económica o no, siempre nos acompaña: todo lo que tocamos, todo lo que soñamos tiene un precio, o eso parece, en nuestra sociedad. Sin embargo, en muchos contextos hablar de dinero es un verdadero tabú.
¿Por qué hablar de dinero es tabú?
Puede que haya una herencia religiosa en nuestra relación con el dinero, seamos o no creyentes. Sin ir muy lejos, uno de los siete pecados capitales hace referencia al deseo de tener bienes materiales y dinero, sea cual sea el medio para obtenerlos y conservarlos: la avaricia. Por ello, nos puede acompañar, consciente o inconscientemente, esa idea de que los que tienen dinero, los ricos, han construido sus imperios a costa de los pobres, creando así un rechazo, un sentimiento de injusticia.
También existen creencias sociales muy ancladas y refranes que nos acompañan desde la infancia y que nos llevan a hablar del dinero de forma muy discreta y/o a tener una relación ambigua con él: “el dinero no hace la felicidad”, “el dinero crea conflictos y problemas en la familia, en la pareja, entre amigos” o “si no te ganas bien la vida, eres un fracasado”.
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Hay una cuestión cultural en este aspecto ya que, en algunos países como EE. UU., del dinero se habla de forma mucho más abierta, no es un tema tan tabú.
La relación con el dinero es algo complejo y muy personal. Algunos gastan más de lo que tienen o se pueden permitir, otros no gastan aunque lo tengan, y otros se pasan la vida ahorrando. Algunos son muy ostentosos y otros, al contrario, muy discretos. Algunos son muy generosos y otros tacaños.
La gestión del dinero en el entorno familiar y social
No hace falta ser psicólogo para entender que nuestra relación con el dinero tiene mucho que ver con nuestra infancia, con lo que hemos mamado, con lo que hemos visto de pequeños. Frente a ello, reproduciremos o rechazaremos esta relación, un poco como puede pasar con la política, el fútbol, etc.
Sin embargo, si nos paramos a pensar, en la educación no se suele entrar en grandes detalles sobre la relación con el dinero o su gestión: mucho de lo que se aprende, se asimila por observación.
Si hemos visto a nuestros padres con la calculadora y muchas hojas sobre la mesa pasando un mal rato o, al contrario, gastando sin contar (y todos los matices que puede haber entre estos dos escenarios opuestos), en realidad ese es nuestro primer aprendizaje en cuanto al dinero, nuestra relación con él y su gestión.
En algunas familias educan a través de la paga con algunos conceptos básicos como responsabilizar y concienciar sobre el valor de las cosas. ¿Y cuántos saben cuánto ganan sus padres?, ¿cuánto pagan de hipoteca o alquiler, etc.? No se suele hablar de esos asuntos en casa.
Entorno laboral, el tabú del sueldo
En el entorno laboral, el tabú del sueldo es un básico. “¿Cuánto cobras?” es una pregunta incomodísima, algo políticamente incorrecto. De hecho, en algunas empresas, a través de una cláusula de confidencialidad, prohíben a sus empleados compartir cuál es su salario para evitar envidias y conflictos.
Una cuestión más preocupante en el entorno laboral es el tabú que existe entre los empleados respecto al hecho de compartir información sobre sus problemas financieros. En el evento de referencia en recursos humanos (RR. HH.), el Human Resources Innovation Summit del pasado mes de septiembre, algunos ponentes comentaban que los colaboradores pueden hablar de sus problemas familiares, de salud, pero que les suele costar enormemente compartir si tienen un problema financiero.
Por ejemplo, muchos de los empleados no podrían estar más de un mes sin recibir su salario, pero la empresa no lo suele saber, no es una información que se comparta. Afortunadamente, desde los departamentos de RR. HH. cada vez se habla más del bienestar financiero en las empresas. Ya se está reconociendo el estrés financiero como una realidad latente en los empleados puesto que, como cualquier otro tipo de fuente de estrés, representa un freno en la productividad y eficiencia del colaborador.
Una de las cosas que las empresas tratan de hacer es educar al empleado para que sepa gestionar mejor sus finanzas y su economía doméstica, proponiendo herramientas para solucionar problemas de liquidez en el corto plazo, aunque apuntan que hay que educar en hábitos financieros saludables de una manera continuada en el tiempo.
Desde ellas Coach, también notamos que, para los emprendedores, a menudo, establecer y presentar los precios es un paso difícil en la creación y evolución de la empresa. “¿Cuánto vale mi tiempo?” Ya sea por hora, por jornada o por proyecto, “cuánto puedo pedir” y “cómo se lo pido al cliente” son cuestiones que suelen crear incomodidad e inseguridades.
¿Qué nos lleva a evitar hablar del dinero? ¿Qué remueve en nosotros como seres humanos?
Nuestra relación con el dinero es paradójica ya que, por mucho rechazo o vergüenza que nos pueda producir, el dinero es un medio que nos ayuda a calcular cómo alcanzar nuestras metas, nuestros objetivos, nuestros sueños: construir y mantener ese hogar que soñamos para nuestra familia, emprender esas obras o ese viaje que tanto deseamos llevar a cabo y que calculamos en tiempo y dinero.
Por otro lado, el dinero, siendo un medio que nos permite poner valor a un producto o servicio, también nos lleva a entrar en un juicio sobre la valía de aquella cosa o persona.
Por lo tanto, si hablamos del salario o de patrimonio, por ejemplo, esto nos lleva a hacer comparaciones. De estas comparaciones de valor, puede emerger un sentimiento de superioridad o de inferioridad. Y, de alguna forma, otorgamos al dinero el poder de dar o quitar estatus social, lo cual nos puede poner en una posición de vulnerabilidad, e impactar en nuestra autoestima.
Para salir del tabú en torno al dinero, quizás deberíamos verlo como es: un medio y no un fin en sí mismo. Un medio importante en nuestra sociedad, respecto al cual deberíamos educar tanto a los más pequeños como a los adultos, para democratizar el conocimiento básico sobre su gestión y desdramatizar nuestra relación con él.
En el fondo, es obvio que,seamos ricos o pobres, altos directivos o becarios, no valemos nuestros salarios, ni nuestros patrimonios. Valemos mucho más que ello, pues algunas cosas son intangibles y no se pueden medir por medio del dinero.
Así que, si has leído hasta aquí, aprovecha para parar y tomar conciencia de tus propias creencias limitantes, para poder seguir caminando hacia la aceptación de que la identidad propia y ajena, así como la valía de cada ser humano, no se miden por medio del dinero. Se miden en una escala completamente diferente e incomparable a la del dinero, y curiosamente esta otra escala se llama escala de valores.