Se habla mucho de vivir con más calma y serenidad, quizá precisamente porque vivimos en una sociedad en la que el ritmo es trepidante, la velocidad a la que se mueve la energía es abrumadora y, a veces, podemos sentirnos en un constante “tonto el último” o en un “sálvese quien pueda”.
Pero, ¿qué es la serenidad y la paz? ¿Y qué supone, en nuestro día a día o en nuestra manera de vivir, vivir con más calma?
¿Qué es la serenidad y cómo puede mejorar tu día a día?
Como hacemos muchas veces, vamos a ir al diccionario de la RAE a ver qué nos dice de la palabra “serenidad”:
¿Quieres saber cómo afrontar la ruta de tu vida? ¡Descúbrelo!
- Serenidad: Cualidad de sereno.
- Sereno: Encargado de rondar de noche por las calles para velar por la seguridad del vecindario, de la propiedad, etc.
- Sereno: Serenata, música nocturna y al aire libre para festejar a alguien.
- Sereno: Apacible, sosegado, sin turbación física o moral.
La definición que más se adapta a lo que buscamos es: Apacible, sosegado, sin turbación física o moral.
Si atendemos a la parte en la que dice: sin turbación, podríamos imaginarnos que vamos en barco por un mar que a veces estará más agitado, y otras veces menos… Nuestra capacidad para mantenernos sin turbación, sosegados, tranquilos, con confianza… depende de la capacidad que tengamos para trabajar nuestros recursos, internos y externos.
Durante un día habitual en nuestras vidas, nos enfrentamos a numerosas noticias y sucesos que nos inquietan, nos estresan y nos quitan la calma.
Pero si pudiéramos profundizar un poco más, ir a un nivel más interior, nos daríamos cuenta de que realmente solo nosotros somos responsables de nuestro estado. Y, independientemente de lo que suceda fuera, nosotros podremos mantener nuestra paz y nuestra serenidad… como de fondo.
¿Cómo gestionar tu serenidad y paz interior ante los imprevistos?
¿Qué es lo que podemos hacer cuando sucede un evento externo a nosotros, que irrumpe en nuestras vidas, nos altera y nos afecta en nuestra manera de estar en el mundo?
- Atiende a tus emociones. Para y mira a ver qué emociones atraviesas. Saber las emociones básicas –alegría, tristeza, rabia y miedo–nos ayuda a poder nombrarlas y reconocerlas. Ya sabes que no son ni buenas ni malas, nos dan información valiosa, son mensajeros que tienen algo que decirnos. El miedo, por ejemplo, lo podríamos situar en el futuro: solemos tener miedo a lo que pueda pasar, a lo que está por venir…, mientras que la tristeza o la culpa suelen referirse más al pasado, a lo que ya ha sucedido.
La euforia también puede alejarte de la serenidad y de la paz, asociada a eventos y circunstancias positivas que te pasan en el día a día: proyectos que te motivan mucho pueden causarte estrés, aceleración y dificultad para conciliar el sueño. - Escucha a tu cuerpo. A veces, lo que no podemos verbalizar con palabras, lo expresamos a través del cuerpo. Si tenemos miedo nos achicamos, corporalmente nos hacemos más pequeños… y podemos llegar a paralizarnos. Otra consecuencia somática es la sensación de frío. Otra vivencia del miedo es la angustia, en forma de opresión en la boca del estómago o en la garganta. Y ojo, porque en muchas ocasiones no es necesario que algo haya ocurrido realmente: los famosos “y si” nos traen muchos quebraderos de cabeza, y está demostrado que, en un porcentaje muy alto, no llega a pasar nada de lo que habíamos imaginado.
- ¿Qué te dices a ti mismo? Escucha también tus pensamientos. El loro que todos llevamos dentro también nos va a dar mucha información, ¡y recordemos que no calla! Frases como: “no voy a ser capaz”, “me van a humillar”, “si no lo consigo no seré valioso”, o “es el fin del mundo”, “qué pasará si me quedo sin casa, sin trabajo, sin amigos”,etc., son verdaderos boicots que nos hacemos a nosotros mismos. Poder parar y reconocer qué te dices y en qué momento, te ayudará a tomar conciencia y a ver cómo te impacta la situación en concreto.
- Una vez que te has permitido parar, y has escuchado tus emociones, tus pensamientos y tu cuerpo, reflexiona sobre lo que sí puedes hacer. Analiza qué es lo que está en tu mano y aquello en lo que de verdad puedes pasar a la acción, y hazlo.
- Pon límites. Estar escuchando una y otra vez en las noticias, en las redes sociales o en las conversaciones de pasillo el mismo tema que nos inquieta, puede llegar a ser contraproducente. Infórmate selectivamente, y una vez te sientas en posesión del conocimiento que buscabas, dale al off y céntrate en aquellos temas que te hacen bien.
- Inspira con el ejemplo. Muchas pequeñas cosas dan como resultado algo muy grande. Todos tenemos a nuestro alcance personas o situaciones que nos inspiran y nos ayudan a seguir remando hacia nuestro destino. Empápate de historias y personas que te aporten valor.
- Amar, amar, amar. ¿Sabes que lo contrario del miedo es el amor? Permítete vibrar en la energía del amor, porque si pequeñas acciones individuales traen consigo efectos grandes, si todos y cada uno de nosotros, desde nuestros hogares, desde nuestro interior, permitimos amar y ser amados, los resultados serán grandes.
Y, recuerda, todos atravesamos momentos mejores y peores en nuestra vida y en nuestro día a día, pero cada uno de nosotros tiene la responsabilidad y la libertad de elegir qué hacer con ello. Como dice Jean-Paul Sartre: “Libertad es lo que uno hace con lo que le han hecho”.