El refranero dice que “a mal tiempo, buena cara” y que “nunca llueve a gusto de todos”. Y es que el clima nos afecta. Son numerosos los estudios que así lo demuestran. El trastorno afectivo estacional se describe como cambios de humor (tristeza, ansiedad, pesimismo…) durante la época en la que hay poca luz solar. Suele comenzar en otoño y desaparecer al inicio de la primavera, coincidiendo con la época de menos luz. La serotonina está condicionada por la luz solar. Disminuye al atardecer y aumenta cuando amanece. Serotonina, dopamina y norepinefrina son neurotransmisores que pueden verse alterados en personas con trastornos depresivos, porque influyen de una manera determinante en nuestro estado anímico. Así que la ausencia de luz, y con ello la posible bajada de serotonina, puede afectar negativamente a las personas sensibles a estos cambios. Otros estudios demuestran que las temperaturas cálidas y las horas de sol pueden influir de forma positiva en el control de los síntomas de ansiedad y aumentar también el tráfico de pensamientos positivos. También se correlaciona lugares de temperaturas cálidas en invierno y temperaturas medias en verano con mayores índices de felicidad. Todo lo contrario de lo que ocurre en invierno.
En definitiva, la climatología nos afecta porque:
- Cambia nuestros planes: “La verdad es que no voy a salir, a pesar de tener muchas ganas de despejarme. Prefiero quedarme en casa con una manta y una peli que salir a cenar con las amigas”.
- Modifica nuestros hábitos: “Pierdo el hábito de salir a correr o de hacer senderismo porque con este frío me muero de la pereza, y claro, cuando llega el calorcito me cuesta la vida volver a coger la rutina”.
- Altera el estado anímico: “Es que el frío me paraliza, se me mete en el cuerpo y me pongo de un humor de perros”.
- Potencia el victimismo y las excusas: “¿Pero con este día voy a salir a hacer deporte? ¡Uf, que va! ¡Si hace un viento que me va a tirar!”.
- Modifica nuestra agenda y horarios: “Siento llegar tarde, pero es que se ha puesto a llover y parece que todo el mundo tenga que sacar el coche los días de lluvia. ¡Se ha montado una que para qué!”.
- Afecta a la calidad del sueño: “No puedo dormir con la calefacción, termino sudando. Pero como mi mujer necesita estar tapada hasta el cuello y con la calefacción a veintidós grados, ¡pues a sudar como un pollo!”.
¿Te has visto reflejad@? No dejes en manos del tiempo tu estado anímico. ¿Qué puedes hacer para cambiar tu actitud?
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- Consume alimentos ricos en triptófano, como el pavo o el plátano; es el precursor de la serotonina.
- Acude a sesiones de fototerapia o exponte a la luz cada vez que puedas. Siempre hay un día soleado que puedes aprovechar para ir andando al trabajo o para caminar por el parque. El fin de semana busca desplazarte a zonas con luz o salir a pasear y que te dé el sol en la cara.
- Trabaja la visualización. Puedes tratar de relajarte y fantasear con estar tumbado en la playa y sentir como el sol calienta tu piel. ¿Sabías que el cerebro activa las mismas zonas durante la visualización que cuando estás practicando la actividad de forma real?
- Adapta actividades para poder seguir practicándolas. Si haces running a primera hora de la mañana y ahora te da frío, trata de gestionar la agenda para poder practicarlo en una hora más cálida, busca ropa que te abrigue bien (tienes muchísima y de gran calidad en el mercado) o piensa en un plan alternativo para los meses de invierno, como ir a un gimnasio. Pero no dejes de practicar una actividad, sea cual fuere, con la que te sientes a gusto, te produce placer y eleva tu nivel de endorfinas.
- Trata de buscar soluciones a las excusas que te pongas. Si de verdad lo deseas, las hay.
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Mucho ánimo, y no pierdas la esperanza. Cuando el mal tiempo entra por la puerta, que tu actitud no salte por la ventana.
Y recuerda, cuidarse hoy es una inversión de futuro.