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Nuestro carácter, personalidad y temperamento, en definitiva, nuestra forma de ser, juega un papel fundamental a la hora de invertir. La aversión al riesgo es una muestra de ello. Nuestras emociones y sensaciones más subjetivas son importantes cuando queremos invertir nuestro dinero, y nos pueden llevar a cometer errores o directamente, a no actuar y dejar que nuestro capital no nos aporte rentabilidad, y por tanto, pierda valor.
En la aversión al riesgo tiene mucho que ver nuestra conciencia sobre dos conceptos: la ganancia y la pérdida (y cómo nos afectan). Este post va a tratar justo sobre esto, veremos lo que significa, lo que supone y cómo nos puede influir a la hora de invertir nuestros ahorros. ¿Listo? ¡Comenzamos!
¿Qué es la aversión al riesgo?
Es lógico, todos tenemos miedo a perder y a nadie le atraen las inversiones demasiado arriesgadas. Si el riesgo de perder nuestro dinero invertido es alto, lógicamente no nos resultará demasiado atractivo invertir. Este es un comportamiento racional, ni más ni menos.
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Ahora bien, existen distintos perfiles de inversor, y se diferencian en función del riesgo que estén dispuestos a asumir en sus inversiones.
La aversión al riesgo, básicamente, es el rechazo de un inversor a la posibilidad de sufrir pérdidas en una inversión. Es, dicho de otra forma, un sentimiento fuerte de incertidumbre sobre cómo va a desarrollarse la inversión. Por eso, este tipo de inversores suele preferir las inversiones menos arriesgadas y suelen actuar movidos por el miedo, lo que puede hacer que den pasos en falso, como por ejemplo al retirar una inversión demasiado pronto. Solo suelen asumir el riesgo cuando la ganancia puede ser muy alta.
Con lo cual, teniendo aversión al riesgo, es necesario que la posible rentabilidad que nos vaya a aportar la inversión sea elevada. Es decir, solo merecerá la pena arriesgarse si podemos obtener grandes ganancias.
Índice de aversión al riesgo
Podríamos diferenciar distintos tipos de inversores con respecto al índice de aversión al riesgo. Ahora bien, tengamos en cuenta que cualquier inversión supone inseguridad y cierto nivel de duda, al fin y al cabo, no depende de nosotros, si no de los movimientos (a veces imprevisibles) del mercado.
Existen inversores, generalmente más experimentados y con más bagaje en el mundo de las inversiones, que actúan de manera más racional. En cambio, otros, por diversos motivos, pueden tener una aversión al riesgo alta y actuar más movidos por el miedo y la incertidumbre. Este es el caso en el que nos vamos a centrar.
Aversión al riesgo alta
Los inversores con una aversión al riesgo alta suelen tener un perfil más tradicional y conservador a la hora de realizar inversiones y se suelen decantar por operaciones estables y que conlleven una rentabilidad más moderada y por tanto, más segura.
La aversión al riesgo alta suele darse más en inversores mayores, aunque no únicamente. También suele ser común en inversores novatos e inexpertos. Aún así, existen opciones de inversión si nuestra aversión al riesgo es alta.
En estos casos, las mejores alternativas son las letras del tesoro, que no implican prácticamente ningún riesgo para el inversor, los depósitos o los planes de pensiones, un tipo de inversión a renta fija y a largo plazo. Eso sí, estas modalidades de riesgo muy bajo o nulo implican una rentabilidad baja.
Una buena alternativa pueden ser los fondos de inversión, que permiten diversificar en cuanto al nivel de riesgo, y con la seguridad de estar confiando tu dinero invertido a un grupo de profesionales en este ámbito.
¿Cómo nos afecta la aversión al riesgo en las inversiones?
En primer lugar, es necesario asumir que la inversión va siempre ligada (en mayor o menor medida) al riesgo.
Cuando buscamos invertir nuestros ahorros, buscamos que trabajen, que nos aporten ese ‘algo’ extra, pero no hay que olvidar que lo hacemos, principalmente, para luchar contra la inflación, es decir, para evitar que nuestro dinero pierda valor con el tiempo. Por eso es necesario asumir un cierto nivel de riesgo y así obtener una rentabilidad atractiva. En definitiva, que nos compense la inversión.
La aversión al riesgo nos puede llevar a cometer errores como no ser capaces de pensar a largo plazo y vender antes de tiempo nuestras acciones/participaciones por el temor a tener pérdidas más elevadas. En algunos casos, es clave la calma y la paciencia, es decir, aguardar hasta que el mercado se estabilice después de un periodo turbulento de bajadas. En muchos casos, cuando se espera, puede llegar la escalada y por tanto, la rentabilidad de nuestra inversión.
Por supuesto, este nivel de aversión al riesgo también depende del capital que tengamos disponible para invertir. Si tenemos un presupuesto más limitado, es normal que no asumamos un nivel de riesgo alto, y viceversa, si destinamos mucho dinero a invertir, podremos diversificar y variar entre inversiones más arriesgadas y otras más seguras.
Recapitulando
En definitiva, la aversión al riesgo es el rechazo total a la incertidumbre que provocan las inversiones. Normalmente, en estos casos se prefiere evitar a toda costa el riesgo medio o alto y se prioriza el riesgo muy bajo o nulo, ¿Y por qué esto es un problema? Porque entonces la rentabilidad que obtenemos de las inversiones es, a su vez, mínima. Con lo cual, si nuestros ahorros no nos aportan rentabilidad, pierden valor simplemente por los efectos naturales de la inflación.
Además, en caso de invertir más seriamente, la aversión al riesgo puede hacer que tomemos malas decisiones, por ejemplo retirar nuestra inversión demasiado pronto por miedo a la pérdida. Es necesario asumir que la inversión siempre implica riesgo, por lo tanto, muchas veces la clave es mantener la calma y, sobre todo, dejarse aconsejar por los que más saben.