Considero que sí hay una edad adecuada para este primer -y muy delicado- paso. Seguramente será más tarde de lo que imaginas y de bien seguro mucho más tarde de lo que lo estamos dando actualmente. Según el Instituto Nacional de Estadística, el 25% de los niños españoles de 10 años tienen uno.
Algo que tanto madres como padres suelen preguntarme cuando nos conocemos es a que edad deberían dar el primer teléfono móvil a sus hijos. Si bien es verdad, a veces ya es demasiado tarde…
Considero de vital importancia la vida social de los adolescentes y es habitual -y para mí erróneo- pensar que si tienen teléfono “como todos” tendrán “más amigos”. El smartphone puede ser una herramienta de sociabilización si se usa correctamente y a la vez de aislamiento social si se utiliza de forma abusiva o negligente.
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Cierto es que la red tiene grandes ventajas y no menos cierto es que España es el país europeo con más adicción adolescente a Internet (21,3%) o que el 77% de la población afirma tener nomofobia (miedo irracional o malestar por dejarse el teléfono en casa o no tenerlo del todo conectado). En la actualidad el teléfono se ha convertido en una herramienta indispensable, pero debemos educar (sobretodo a los más jóvenes) hacer un bueno uso para que además de útil sea sano. Los jóvenes que empiezan a utilizar el teléfono móvil a una edad más temprana tienden a desarrollar una mayor dependencia hacia este tipo de dispositivos y tienen más probabilidades de sufrir estrés cuando están lejos de ellos.
Cuando llegue el momento de darles a vuestros hijos su primer teléfono móvil, mi recomendación es que firméis un acuerdo digital. Al principio, puede pareceros demasiado formal y una tontería, pero os aseguro que es una gran idea. Este tipo de acuerdos resultan muy útiles y efectivos. Existen un gran número de estudios psicológicos y sociológicos que demuestran que el ritual de firmar un papel hace que nos tomemos los acuerdos más en serio y seamos más honestos; es el denominado efecto firma (Anker y Crowley 1981; Rogers et al. 1988; Staw 1974; Stevens et al. 2002; Ureda 1980; Williams et al.2005). Las reglas de este acuerdo son claras: si no utilizan correctamente el teléfono, es posible que no estén preparados para una herramienta tan potente.
El contrato puede incluir recompensas y castigos, pero las recompensas nunca deberían consistir en poder utilizar el dispositivo durante más tiempo. En su lugar, es preferible que estén relacionadas con el mundo real, y que sean los castigos los que se centren en el mundo de la tecnología. Recordad que es importante que respetéis lo que habéis acordado y que no utilicéis el móvil como herramienta para negociar.
Independientemente de la edad de vuestros hijos, debéis tener en cuenta estos 4 puntos:
- ¿Estáis preparados para supervisar el uso que vuestros hijos hacen del teléfono?
- ¿Habéis dedicado tiempo a enseñarles a utilizar la tecnología correctamente?
- ¿Somos conscientes de la deshumanización que provoca Internet? Estar detrás de una pantalla genera una sensación de anonimato que puede derivar en un comportamiento inadecuado.
- ¿Si comete un error, sabrá pedir ayuda?
Tomáoslo en serio. Estableced límites y firmad un acuerdo. Supervisad juntos el uso que hacen de él y no tengáis miedo de «quitarles las llaves» si fuera necesario. La salud mental, la seguridad y la felicidad de vuestros hijos dependen de ello.
Soy consciente de que a muchos padres esperar y resistir la presión les parece una exageración. «¡Imposible!», responden. «¡No es realista!». Sin embargo, yo insisto en la idea. El cerebro de los niños debe estar lo suficientemente maduro para utilizar dispositivos tan potentes, y haber adquirido la experiencia vital necesaria para poder protegerse de los peligros de Internet o evitar cometer algún error.
La educación actual tiene ciertas carencias y una que considero alarmante es la falta de formación para padres, madres y profesionales del sector educativo – sanitario. Sólo de esta manera podremos educar a los más pequeños. Si bien, nunca debemos olvidar que somos el espejo de nuestros pequeños y por ello si nos ven conduciendo con el teléfono, utilizarlo constantemente o les ignoramos por estar más pendientes del móvil que de ellos, no les auguro un buen uso por su parte.
Además, tengo claro que un adolescente no necesita en absoluto un smartphone. Debemos dar herramientas para que forje una hora de ruta adecuada, estrategias de sociabilización, alternativas como el deporte o el baile y sobretodo hacerles conscientes de que pueden vivir sin él. Cierto es que muchas veces lo damos por su seguridad -y nuestra tranquilidad- y lo entiendo, pero esa función la cumple un teléfono convencional, no hace falta que tenga acceso a internet para sus urgencias.
Yo jamás entregaría a un adolescente un smartphone antes de los 16 años.