Desde hace ya tiempo, cuando nos referimos a que una persona es inteligente, no sólo tenemos en cuenta su coeficiente intelectual, sino que también medimos sus emociones, cómo empatiza con los demás y usa esta información para adaptar su comportamiento. A esto último es lo que los psicólogos llaman desde hace apenas veinte años “inteligencia emocional”.
Este término fue acuñado por el psicólogo estadounidense Daniel Goleman que, sorprendido por el efecto de los arrebatos emocionales y consciente de que los tests de coeficiente intelectual no aportaban la información completa sobre nuestras capacidades, empezó a estudiar el cerebro humano y nuestros comportamientos.
Según su tesis, este tipo de inteligencia viene configurada por la genética y se moldea los primeros años de vida. De hecho, los expertos están de acuerdo en que las habilidades emocionales se aprenden y se perfeccionan a medida que nos hacemos mayores. “La inteligencia emocional es una capacidad totalmente entrenable, que mejora en nosotros con la adquisición de ciertos conocimientos y con la práctica de determinadas tareas y ejercicios”, explica Fernando Pena Vivero, vicepresidente de la Asociación Nacional de Inteligencia Emocional.
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Todos podemos aprender a ser emocionalmente inteligentes. Estas son cinco claves para entrenar nuestra inteligencia emocional:
- No evitar pensamientos negativos. Dar importancia a los pensamientos negativos nos ayudará a controlarlos y a eliminarnos .
- No juzgar pensamientos y emociones demasiado rápido. Darnos tiempo para trabajar nuestras emociones y no dejar que los demás nos presionen o nos avergüencen.
- Reconoce cómo tu cuerpo refleja lo que estás sintiendo. Conocer por qué nuestro cuerpo reacciona de manera diferente según cómo estemos anímicamente nos ayudará a controlar y prever nuestras emociones. Aunque parezca mentira, están muy conectados.
- Preguntarle a alguien cómo nos ve anímicamente. Un ejercicio de este tipo nos ayudará a fortalecer la empatía entre ambos y nos aportará una segunda opinión sobre nuestras dudas y sentimientos.
- Escribir. Plasmar en un papel las ideas y emociones nos ayuda a racionalizarlas y a hacerlas más manejables. Favorece otras inteligencias como la lingüística o la interpersonal.
No obstante, el éxito de estos trucos dependerá de nuestra implicación y compromiso, tal y como advierten desde la Asociación Nacional de Inteligencia Emocional: “Como cualquier cambio que queramos en nuestra vida, tiene que motivarnos. Además, vale la pena establecer un plan de acción con los objetivos concretos que se quieren obtener y registrar los comportamientos asociados con situaciones vinculadas a estos objetivos.”
El cerebro es un músculo que hay que ejercitar. Del mismo modo que no nos olvidamos de hacer deporte, entrenar la mente tendría que ser una de nuestras prioridades, tanto desde el punto de vista de las capacidades como del de las emociones.