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La batería de tu portátil cada vez dura menos, los electrodomésticos se estropean antes y vale más la pena comprar uno nuevo que repararlo, tu móvil ya no admite más actualizaciones… Seguro que te ha ocurrido alguna de estas situaciones, y todas tienen algo en común: la obsolescencia programada.
Hace tan solo 20 años, los aparatos como los televisores o los frigoríficos duraban toda una vida, en cambio, los cambiamos cada vez más a menudo. Y esto no solo ocurre porque dejen de funcionar, sino porque pasan de moda, quedan desfasados o porque su reparación es demasiado costosa y conviene más reemplazarlo. El consumismo se vuelve masivo y la basura tecnológica se hace insostenible para nuestro planeta. ¿Cómo podemos evitar la obsolescencia programada? Te lo contamos todo en este post.
La obsolescencia programada, ¿qué es?
Es el periodo de tiempo determinado durante el que un producto funcionará correctamente. Y es programada porque este tiempo lo fija la empresa que lo fabrica. Cuando pasa este periodo el producto se vuelve inútil o desfasado.
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Una práctica que se puso en marcha con la industrialización de la economía y que es cada vez más común y evidente. Así, los consumidores están obligados a comprar recambios de los productos “víctimas” de la obsolescencia programada más a menudo. La rueda del consumismo frenético sigue.
Teléfonos móviles, ordenadores, tablets, o incluso objetos más cotidianos, como un microondas o una maquinilla de afeitar: cualquier aparato electrónico puede dejar de funcionar a medio plazo sin haberse estropeado, simplemente por el paso del (corto) tiempo.
Suele ser común que la reparación sea demasiado cara o incluso imposible, por lo que lo más rápido y sencillo es adquirir un nuevo producto que lo reemplace. Así, los vendedores y fabricantes se aseguran las ventas.
Pero este proceso no solo ocurre cuando el producto deja de funcionar, también cuando su función se queda desfasada, es decir, salen al mercado productos más avanzados, con funciones y prestaciones más punteras. El ejemplo más claro aquí lo tenemos con los ‘smartphones’, que necesitan de actualizaciones constantes para seguir funcionando y para seguir desarrollando ciertas aplicaciones.
También podemos meter en el saco de la obsolescencia programada el simple consumismo. Cuando sale a la venta un producto con mejores características, más funciones y un diseño renovado, suele convertirse en objeto de deseo e incita a la compra compulsiva. Otro ejemplo perfecto en este ámbito es la industria de la moda, que funciona por temporadas. Las prendas pasan de moda de un mes para otro, por lo que constantemente nos vemos incitados a comprar nuevas y desechar las antiguas.
¿Cómo nos afecta la obsolescencia programada?
Como es lógico, este proceso provoca que siempre haya demanda, por lo que tiene sus ventajas para las empresas, las marcas y las fábricas, que no dejan de producir y de vender.
Sin embargo, nos afecta a nivel personal más de lo que parece. Está claro que promueve el consumismo y el materialismo, lo que hace que tengamos una sensación de insatisfacción constante.
Para el planeta, las consecuencias son devastadoras. Producir y desechar continuamente todo tipo de productos genera toneladas de residuos y requiere que se exploten los recursos naturales, energía y materias primas a gran escala. Acciones contaminantes para la atmósfera que aceleran el cambio climático.
Obsolescencia programada: soluciones para evitarla
Aunque parezca imposible, como consumidores podemos combatir y esquivar la obsolescencia programada. Este proceso provoca, básicamente, que usemos un producto, lo tiremos y compremos uno nuevo. Y ¿qué podemos hacer al respecto?
- En primer lugar, si el producto se estropea, en lugar de pensar automáticamente en reemplazarlo, debemos intentar repararlo. Quizá haga falta cambiarle una pieza que ya no funciona o la batería, deteriorada del uso. En el caso de la ropa, la solución es aún más evidente, ya sea repararla nosotros mismos o llevarla a un lugar especializado.
- Otra buena práctica puede ser prevenir roturas y otros daños antes de que se produzcan. Seguro que te ha venido a la cabeza la pantalla del móvil rota en mil pedazos, algo que se puede evitar con un protector de pantalla y una buena funda que reduzca impactos. Proteger y cuidar nuestras pertenencias hará que nos duren mucho más y en mejor estado.
- Busca, investiga y trata de elegir siempre marcas que apuesten por la sostenibilidad, que fabriquen productos duraderos y que cuenten con servicios de reparación fiables y operativos. Además, asegúrate de que reciclan los desechos electrónicos de manera correcta.
- Compra de segunda mano. Darle una nueva vida a productos que ya existen y que otras personas ya no van a usar es una de las mejores formas de luchar contra la obsolescencia programada, además de ahorrarte dinero. Móviles reacondicionados, ropa ‘vintage’, muebles restaurados… Son muchos los objetos a los que puedes dar otra oportunidad.
Recapitulando
La obsolescencia programada es un proceso que provoca que los objetos que compramos dejen de ser útiles en un tiempo cada vez más corto. Para esto, las empresas y fabricantes fijan su vida útil, es decir, se aseguran que dejen de funcionar, se estropeen o queden obsoletos en un periodo de tiempo determinado.
Esto provoca que tengamos que comprar reemplazos de estos productos que ya no nos sirven mucho más a menudo. Así, las empresas nunca dejan de producir y de vender, y los consumidores nunca dejan de consumir y de desechar. Un proceso muy perjudicial para el planeta. Busca alternativas, como comprar de segunda mano, tratar de reparar en vez de reponer y apostar por marcas sostenibles. Y sobre todo, aplica siempre que puedas la regla de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar. Combatir la obsolescencia programada es posible.