Cada vez es más frecuente oír hablar en los medios de comunicación de la prima de riesgo, debido al exceso de deuda que tienen muchos países, en especial dentro de la Eurozona. Y es que este concepto está muy relacionado con el mecanismo de financiación de los Estados ya que, cuando la recaudación fiscal no basta para cubrir el gasto público, los Gobiernos suelen recurrir a la emisión de deuda pública, principalmente en tres formatos:
- Letras del Tesoro, con plazos que van de los 3 meses a los 6, 12 y hasta 18 en algunos casos.
- Bonos, a 3, 5 y 10 años.
- Obligaciones, que son a más largo plazo
Estos títulos se mueven en dos tipos de mercados a lo largo de su vida útil:
- El primario o de emisión, en el que se ponen en circulación, adquiriéndolos los inversores mediante un sistema de subasta que determina el tipo de interés que abona el Estado.
- El secundario o de negociación, donde se intercambian letras, bonos y obligaciones a los precios que se fijen en el libre juego de oferta y demanda.
La cotización de los títulos en este mercado secundario es el que determina el valor de la prima de riesgo, que no es otra cosa que la diferencia de la cotización entre el bono a diez años, por ejemplo, español y el de menor riesgo, que, en el caso europeo, es su homónimo alemán (conocido comúnmente como Bund). La prima de riesgo suele medirse en puntos básicos y depende, para su cálculo, tanto de la cotización de la deuda pública del país emisor como del que tenga la que se tome como referencia.
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Prima de riesgo = Tipo de interés de la deuda del país con más riesgo – Tipo de interés de la deuda del país de referencia
De qué depende la evolución de la prima de riesgo
La prima de riesgo es, en realidad, el sobrecoste que cualquier Estado debe asumir para conseguir financiación como consecuencia de las expectativas (principalmente negativas) que los inversores tienen sobre la evolución de la marcha del país. El mayor temor para los compradores, como es lógico, es que dicha nación incumpla sus compromisos financieros (es decir, que se declare insolvente), lo que les impulsa a pedir una rentabilidad por asumir esa posibilidad.
En realidad, este mecanismo es muy parecido al que utilizamos los ciudadanos cuando, de manera personal, solicitamos dinero prestado al banco, el cual nos obligará a devolverlo pasado un tiempo con los intereses que pactemos.
Para cualquier Gobierno es crítico mantener la prima de riesgo en niveles bajos porque, en caso contrario, se puede entrar en una espiral muy peligrosa, en la que cada vez deba pagar mayores intereses por financiarse, lo que aumenta la posibilidad de impago al crecer los gastos que han de asumirse.
En el extremo opuesto, cuanto más baja sea la prima de riesgo, más crece la economía de un país y la situación para las empresas es mejor, ya que conseguirán financiación de manera más asequible y tendrán una mayor capacidad para invertir y crecer.
Por ello, en términos económicos se suele decir que la prima de riesgo constituye un indicador esencial para medir la situación financiera real de un país, así como la salud de sus Cuentas Públicas. En definitiva, para evaluar su solidez y la confianza que el resto del mercado tiene en él.
Efecto en los tipos de interés
La prima de riesgo juega un papel fundamental en el mercado interbancario, que es el lugar donde la banca acude para financiarse. Cuanto más elevada sea la prima, los bancos tendrán que pagar más para captar fondos, lo que terminará por trasladarse a los tipos de interés que piden a sus clientes a la hora de suscribir una hipoteca o solicitar un préstamo.
La prima de riesgo empresarial
En el mundo corporativo, también se utiliza la prima de riesgo para medir el sobrecoste que deben abonar las compañías para financiarse respecto a la entidad más grande de su sector o en relación al coste de financiación del Gobierno. O, lo que es lo mismo, el coste extra que la empresa tiene que pagar para poder financiarse en los mercados financieros, compensando al inversor por asumir un riesgo mayor frente a la empresa de referencia.