“¿Cuándo piensas tener hijos?”. “¿No vas a comprarte una casa?”. “¿Nunca te has planteado buscar un trabajo de verdad?”. Todos hemos tenido que esquivar estas incómodas preguntas al menos una vez en la vida. Hay que estar alerta, porque pueden venir de cualquier parte: compañeros de trabajo, amigos, familiares e incluso gente que apenas conoces. Digamos que el pack “casa-trabajo-familia” (y el día que alguien te llama “señor” o “señora” por primera vez) define universalmente lo que significa “hacerse mayor”, pero en los tiempos que corren, ¿realmente podemos seguir midiéndonos con estos parámetros?
Mientras la generación de los Baby boomers (aquellos que ahora tienen entre 56 y 70 años) concebía la vida como una especie de ascenso, donde cada paso que daban les llevaba a una situación un poco mejor, y la Generación X (quienes ahora tienen entre 36 y 55 años) heredó el optimismo de sus progenitores –impulsado, además, por la llegada de internet y las nuevas tecnologías–, los millennials (que se encuentran en la franja de edad entre los 18 y los 35 años) hemos visto nuestra juventud atravesada por una crisis global que ha hecho que veamos el futuro como un lugar incierto y un tanto tenebroso. Por eso, la idea de crecer también ha cambiado para nosotros: si nuestras condiciones de vida no nos permiten tener ni una casa ni un trabajo en condiciones –y mucho menos formar una familia–, ¿significa eso que jamás seremos realmente adultos?
La verdad es que, en el mundo actual, las fronteras entre la juventud y la edad adulta son cada vez más difusas, pero aunque está claro que los tiempos han cambiado, los hitos que definen lo que significa crecer no han cambiado prácticamente nada. Por lo general, crecer sigue significando tener un trabajo estable, vivir de forma independiente, casarse y tener hijos. Y lo peor es que cuando alguno de los factores de esta combinación falla, nadie te trata como un adulto de verdad, por mucho que tú sientas que sí lo eres; es como si te siguieran obligando a comer en la mesa de los niños en Navidad, a pesar de que ya has cumplido los 30 (esto, literalmente, me ha pasado a mí y es de lo más frustrante). Por no hablar de la cantidad de Pepitos Grillo que te salen al paso para darte consejos no solicitados sobre la edad a la que deberías tener hijos –especialmente si eres mujer–, la forma en que deberías buscar trabajo o las ventajas de comprar una casa en lugar de alquilarla.
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Hacerse mayor es una actitud
Existe una cierta mitología en torno al hecho de convertirse en adulto y, a menudo, pensamos que tendremos una especie de epifanía, que un día nos levantaremos de la cama y sentiremos, por fin, que nos hemos hecho mayores y que todo empieza a tener sentido. Pero la realidad es muy diferente y crecer es un proceso más largo y más lento de lo que imaginamos cuando somos jóvenes. Por no mencionar que se trata de algo extremadamente relativo: hay quien con 25 años se siente la persona más adulta del mundo y quien a los 50 piensa que sigue siendo un chiquillo. La edad no es un indicador de la madurez ni mucho menos de la actitud que hemos de tener ante la vida.
Según el informe Seguir creciendo… de VidaCaixa, la mitad de los españoles asocian el hecho de hacerse mayor a aspectos como adquirir mayor experiencia, sabiduría y madurez. Porque si hay algo que no ha cambiado entre nuestra generación y la de nuestros abuelos es que crecer es sinónimo de coger las riendas de nuestras vidas, tomar decisiones y hacernos responsables de ellas, tengamos la edad que tengamos. Y es que, al final, las barreras generacionales no son tan insalvables: no somos tan diferentes y, cuando crecemos, las cosas que cambian en nuestras vidas son solo las que nosotros queremos que cambien.
En el canal de YouTube de VidaCaixa, encontrarás varios vídeos con reflexiones interesantes sobre lo que significa crecer o sobre los tópicos vinculados a la edad, en los que diferentes caras conocidas dan voz a cada una de las generaciones: el periodista Iñaki Gabilondo (generación del Baby boom), la psicóloga Patricia Ramírez (Generación X) y el escritor y booktuber Javier Ruescas (millennial). Además, en su blog puedes consultar información acerca de todas esas cosas que empiezan a tener más protagonismo en tu vida a medida que te haces mayor, como la calidad de vida, el ahorro o la educación financiera.
Adiós a los estereotipos
Aunque tendemos a pensar que nuestra generación lo ha tenido más complicado que las demás, lo cierto es que todo el mundo se ha encontrado con dificultades a la hora de hacerse mayor. Más allá de los avatares históricos que han rodeado a cada generación, esta etapa de la vida nunca es fácil, ya que implica asumir responsabilidades para las que nadie se siente preparado. ¿Quién no recuerda con horror la primera vez que tuvo que cocinar unas lentejas sin ayuda? ¿O el agobio de tener que mantener a flote su cuenta corriente cada mes? ¿O el drama de una mudanza? Crecer implica cambios y, por tanto, es algo que suele dar bastante vértigo; eso ocurre ahora, igual que ocurría hace 50 años.
Además, a la hora de crecer, cada vez menos gente sigue la receta estándar de casa-trabajo-familia, ya sea porque las condiciones no nos lo permiten o simplemente porque hemos optado por otros caminos vitales. Todos esos elementos que tradicionalmente han marcado un cambio de etapa en la vida de las personas, se están redefiniendo y, en la actualidad, crecer consiste más bien en tomar decisiones sobre nuestra vida, sin que esas decisiones tengan por qué encajar en los parámetros tradicionales de la edad adulta. Ahora más que nunca, ser adulto es una construcción social.
Casarse y tener hijos no es, ni mucho menos, la opción vital de todo el mundo. De hecho, son muchos los millennials que eligen no casarse: según datos del Instituto Nacional de Estadística del 2017, el número de matrimonios cayó un 6,2% respecto al mismo período de 2016 y, como muestran las estadísticas de Eurostat, desde 1965 el número de matrimonios se ha reducido en todos los países de la Unión Europea en torno a un 50%. Por otro lado, la media de edad de las madres españolas es de 32 años y hasta un 6% no tiene su primer hijo hasta los 40, porque –seamos realistas–, ¿quién puede permitirse formar una familia antes de estas edades?
No es solo que factores como la precariedad laboral o la inestabilidad económica nos compliquen las cosas, sino que también hay un cambio de perspectivas vitales: no todos queremos crecer al mismo ritmo ni de la misma manera, por lo que, cada vez más, crecer es un proceso que toma formas muy diferentes.