España experimenta actualmente cambios demográficos importantes y las consecuencias para su economía pueden ser de primer orden.
El creciente envejecimiento de la población tendrá un fuerte impacto tanto en el crecimiento económico como en el mantenimiento del actual estado del bienestar y el futuro de las pensiones públicas.
Éstas son las dos principales conclusiones del artículo “Los retos de la demografía en España”, escrito por Maria Gutiérrez-Domènech, del Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios de CaixaBank, un texto que se incluye en el dossier El reto demográfico del Informe Mensual de CaixaResearch del mes de octubre de 2015.
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¿Qué nos explica el artículo? Basándose en datos oficiales expone las previsiones de “encanecimiento” de la sociedad española. Por un lado, destaca que “mientras que, en el año 1971, el 8,9% del censo tenía más de 65 años, el porcentaje había aumentado hasta el 17,5% en 2015 y se espera que se sitúe cerca del 20,0% en 2020”. Asimismo, indica que “la tasa de dependencia de los mayores de 65 años (la proporción de población mayor de 65 años respecto a la que se encuentra en edad de trabajar, entre los 16 y los 64) pasará del 27% en 2013 al 62% en 2050”. “El efecto de un menor crecimiento demográfico y del envejecimiento de la población sobre el crecimiento económico puede ser de primer orden”, se señala en el dossier.
¿Cuáles son los principales retos derivados de los cambios demográficos a los que se enfrenta la economía española? Por un lado, según se indica en el documento de CaixaResearch, “a corto plazo” se espera un aumento de la incorporación en el mercado de trabajo de individuos mayores, “que compense con creces la caída de la población en edad de trabajar derivada del ingreso de los baby boomers en la etapa de jubilación”. Por otro lado, el artículo apunta que “a más largo plazo” estas medidas “estarán cada vez más cerca de su límite, lo que podría conllevar un estancamiento de la población en edad de trabajar”.
Otro de los grandes puntos de preocupación en relación a la transformación demográfica española se centra en cómo afectará a la sostenibilidad del estado del bienestar. Principalmente en este capítulo preocupa la sostenibilidad del actual sistema público de pensiones español. El artículo indica que el actual sistema de reparto de pensiones puede quedar “en jaque” debido al incremento previsto de la tasa de dependencia. En España, “las pensiones percibidas por los jubilados en un periodo son financiadas con las cotizaciones pagadas por los trabajadores en ese mismo periodo”; de ahí el problema, cuando la sociedad envejece y hay menos cotizantes para pagarles.
En este sentido es importante conocer de antemano a qué atenerse de cara al futuro. Por este motivo se ha puesto en marcha recientemente el simulador de jubilación, que calcula los ingresos previstos de cualquier persona cuando se jubile en función de los ingresos actuales y los ahorros en productos de jubilación, una herramienta que nace con el objetivo de ayudar a conocer la diferencia de ingresos entre una y otra partida.
Desde el Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios de CaixaBank se propone como parte de la solución al problema del envejecimiento “diseñar un sistema de pensiones que adapte la vida laboral a los cambios en la esperanza de vida”. Es decir, “la mayor participación y empleo de la gente de más edad permitirá compensar, en parte, el impacto negativo del envejecimiento sobre la población en edad de trabajar y contribuirá a mantener bajo control el aumento de la carga del gasto en pensiones que supondrá la mayor longevidad”, señala el texto.
En este sentido, Diego Fariñas, investigador responsable de la Unidad de Estudios Demográficos y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), apunta en el blog de VidaCaixa, en el mismo sentido que el artículo de CaixaResearch, que “España en los próximos 30 años será un país envejecido, con una población muy importante de mayores y una esperanza de vida cada vez más alta”. En su opinión, la mayoría de la población estará “concentrada en zonas urbanas, con despoblación rural, y eso va a seguir ocurriendo en el futuro”. Asimismo, Fariñas abona la tesis de la incorporación al mercado laboral de las personas mayores. “Las personas mayores de 65 años deberán seguir trabajando más allá de la edad de jubilación actual, aunque sea a tiempo parcial. La idea que teníamos de una persona de 65 años hace 20 años ahora mismo, en términos de salud, es como una persona que está en sus cincuentas”, indica.
También es importante resaltar aquí la opinión de otro experto, en este caso Albert Esteve, director del Centre d’Estudis Demogràfics. “Una persona de 65 años no será vieja dentro de 40 años. Hoy una persona de 50 años no se considera vieja, casi se podría decir que está en la flor de la vida. Se está rompiendo la idea de asociar edad avanzada con un determinado tipo de salud. Si tienes 65 años y estás en un contexto en el que la gente se muere a los 70 años, seguramente no te atreverás a abrir un negocio. Ahora bien, si sabes que tienes 40 años por delante, todo cambia…”