Epifanía significa aparición, manifestación a partir de la cual se revela algo que nos remueve, que nos cambia. La palabra proviene del griego epipháneia, que significa ‘mostrarse’ o ‘aparecer por encima’. Epifanía es además una de las palabras más bonitas de nuestra lengua.
El uno de enero buscamos un cambio, participamos de forma activa en esa búsqueda, pero a los pocos días se trunca. Un porcentaje muy alto de nosotros llegaremos a finales de enero sin habernos comprometido con lo escrito. ¿Y si en lugar de buscar y pensar en esos objetivos provocáramos esa epifanía? ¿Y si de repente, delante de nosotros algo nos abriera los ojos y nos revelara: “Es esto”?
Todos y todas, el día uno de enero, estamos programados para pensar en los nuevos retos. El uno de enero es el pistoletazo de salida. Podría ser el 27 de diciembre, el 8 de enero o el 17 de febrero, pero no, es el uno. Nos encanta la idea mágica de que el cambio de año traiga también el cambio de suerte. Y que con esa llegada de la suerte venga un kit de regalo en el que, como quien no quiere la cosa, en un dos por tres nos cambia la suerte, la fuerza de voluntad y hasta la capacidad para organizarnos.
¿No te parece repetitivo, cansino y, sobre todo, muy desmotivador que a finales de enero no hayamos puesto en práctica casi ninguno de los objetivos o ya los hayamos abandonado? Es desalentador. Pero aun así seguimos confiando en el uno de enero como si de un milagro se tratara. Uno de los motivos por los que fracasamos es porque estos objetivos no siempre significan algo importante para nosotros, no tenemos claro que nos vayan a transformar. Son más bien objetivos relacionados con nuestra salud, nuestra formación o nuestra capacidad de superación. Los hemos planteado de arriba hacia abajo. Hemos empezado por pensar qué queremos lograr, pero no hemos profundizado en el verdadero porqué. Así no hay aparición o revelación que valga. ¿Cómo va algo a transformamos si no hemos descubierto qué sentido aporta a nuestra vida? Podemos actuar como borregos y quedarnos en la punta del iceberg. “Quiero perder peso por mi salud, quiero hacer ejercicio porque llevo una vida sedentaria, quiero aprender inglés para poder relacionarme mejor con mis clientes y… bla, bla, bla”. Los objetivos así descritos socialmente están muy bien vistos. Pero internamente nos dicen bien poco. Porque si de verdad internamente nos hablaran, nos removieran por dentro, serían capaces de generar ese cambio, serían una revelación, una epifanía. Nos emocionaríamos solo con pensar en ellos. Pero la mayoría parecen un suplicio más que algo energizante y motivador.
¿Y si aprovechando que no solo es uno de enero, sino que también tenemos un cambio de década, te permitieras este año el lujo de pensar, redactar y planificar objetivos transformadores? De esos que estés deseando iniciar en lugar de abandonar. ¿Por qué los objetivos de cada año tienen que estar relacionados con lo que nos cuesta? Es como empezar el año castigándonos. ¡Hala, a fastidiarse! Es uno de enero: ponte a dieta, empieza a correr, deja de fumar, aprende inglés, organízate, sé puntual, bebe menos… Y solo nos falta decir: “¡Y que te den morcilla!”.
Seamos más generosos con nosotros mismos y hagámonos este año el regalazo el uno de enero de pensar y planificar objetivos que nos generen una transformación, con los cuales nos apetezca comprometernos. Aunque sea por una vez en la vida. Y, si acaso, el año que viene volvéis a fastidiaros el uno de enero. ¿Pero no sería genial decir: “Qué ganas tengo este año de empezar con un curso de edición de fotos, dedicarme tiempo todos los días para cocinar y comer mejor, navegar por las redes y aprender cosas nuevas…”? Y, si os parece, el uno de febrero empezáis con el autofastidio de otros objetivos. Igual así nos va mejor y somos capaces de cumplir los objetivos de enero y de febrero.
Te propongo las siguientes reglas para redactar objetivos con sentido:
- Piensa en qué tienes pendiente que te apetezca mucho y que sueles dejar para un momento más holgado, más tranquilo, para cuando estés en una situación mejor.
- Anota por lo menos tres objetivos de este tipo. Consigue tener delante de ti una lista ilusionante.
- Visualiza cómo mejoraría tu estado de ánimo si empezaras a dedicarle tiempo a lo que sabes que te va a transformar.
- Planifica. Y planifica desde la generosidad hacia ti mismo. Cuando se trata de un objetivo o proyecto que deseamos por pura satisfacción, no siempre encontramos el momento para dedicarnos ese tiempo.
- Disfruta. Así, sin más. Disfruta de lo que estás viviendo.
- Permite que te transforme. ¿En qué te hace ser mejor, en qué mejora tu vida, cómo te cambia? ¿Qué se te está apareciendo delante, cómo estás viendo ahora la vida?
Los inventores y los científicos lo llaman momento Eureka. Los más espirituales, religiosos o profundos, igual lo llaman epifanía. Lo importante es que lo vivido te suponga una revelación, un cambio, un disfrute. A ver si este año, en lugar de ir a fastidiarnos a nosotros mismos, el uno de enero nos da por buscar una mayor satisfacción.