Somos lo que comemos. Esta es posiblemente una de las verdades más universales y científicamente comprobadas que existen. La alimentación no incide sólo en nuestro peso o en el contenido de nuestra sangre, sino que una mala dieta puede hacernos envejecer más rápido de lo normal. A continuación, los cinco errores más recurrentes que nos están haciendo ganar años sin darnos cuenta:
1. Elimina la sal y experimenta con especias
Una cucharadita de sal fina de mesa contiene el total del sodio que debemos ingerir a diario. Muchos de vosotros os habréis llevado las manos a la cabeza después de leer este dato, especialmente si tenemos en cuenta que los alimentos y el agua en su estado natural ya llevan un 10% de este mineral, según el Centro para la Ciencia del Interés Público. Sumémosle la cantidad de sodio que contienen los alimentos procesados que consumimos a diario y las pizcas generosas de sal que muchos utilizan en la cocina. El resultado seguramente superará esa cucharadita recomendada.
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La sal deshidrata el cuerpo y en altas cantidades contribuye a enfermedades de riñón, aumenta la tensión arterial e interfiere con el buen desarrollo de los huesos.
Los especialistas recomiendan acostumbrarnos a experimentar con especias para dar más sabor a nuestros platos. La inspiración oriental nos anima con condimentos como el curri, la paprika o la pimienta de Cayena, y la dieta mediterránea apunta a darle vida a nuestros platos con un toque cítrico.
2. Azúcar, dulce veneno
Mucha sal no es buena, ni tampoco mucho azúcar. Este condimento es seguramente el más demonizado de los ingredientes gracias a múltiples campañas para concienciar sobre los peligros de consumirlo en exceso. Lo importante es tener en cuenta que el azúcar se esconde donde menos lo imaginamos. Más allá de la repostería, lo encontramos también en zumos artificiales, batidos, cereales, pan industrial o caldo de verduras.
Según los datos de un estudio de la Universidad de Utah realizado en ratones, el consumo moderado de azúcar, como el que se da al tomar tres latas de refrescos al día, se relaciona con una mayor mortalidad y una menor fecundidad. La Organización Mundial de la Salud es drástica: alerta de una «epidemia mundial» y prevé un aumento drástico de la obesidad y la diabetes.
Más allá de engordar, el azúcar desestabiliza nuestro estado de ánimo, generando momentos de euforia que se desploman en picado minutos más tarde. La culpable del envejecimiento es la glicación, un proceso derivado de una alimentación inadecuada rica en azúcares. El exceso de glucosa no encuentra vehículos que los transporten a las células y se termina uniendo a proteínas como el colágeno. En consecuencia, las fibras de colágeno se tensan y la piel pierde elasticidad. Los desechos no se eliminan y la piel se vuelve flácida y vulnerable a los años.
3. Demasiada carne roja
Filetes, solomillos, entrecotes, salchichas… buenísimos, pero con moderación. Los expertos en nutrición advierten que se debería limitar el consumo de ternera, cerdo, cordero y embutidos a dos o tres raciones semanales. La señal de alarma más contundente la lanzó la Escuela de Salud Pública de Harvard: consumir diariamente una porción de carne fue asociado a tener un 13% más de riesgo de morir y hasta un 20% de peligro cuando el consumo diario era de carne procesada.
Pero no hace falta llegar a los extremos. Aunque no acabe matando, esta carne envejece porque las grasas saturadas que contiene hacen que el cerebro envejezca más rápidamente en comparación con otras grasas. Así lo demostró un estudio publicado en Annals of Neurology que siguió los hábitos alimenticios de 6.200 mujeres mayores de 65 años y descubrió que las que contaban con índices mayores de grasas saturadas tenían peores resultados en los test de inteligencia.
4. Comer rápido y movidos por el estrés
La prisa es una mala consejera y una terrible compañera de dietas. El estrés y los horarios laborales no ayudan, y a veces comemos en 10 minutos y delante del ordenador. Todos los expertos alertan que debemos tomárnoslo con calma porque no le estamos dando tiempo al cuerpo para digerir porque el estrés impulsa la sangre lejos del estómago.
Una mala digestión va mucho más allá de generar gases y dolores de estómago. Sobre todo, provoca que los nutrientes de los alimentos no se absorban apropiadamente, debilitando nuestro organismo y acelerando su envejecimiento.
5. Alcohol, el vicio que envejece nuestra piel
¿Sabíais que la genética sólo es responsable del envejecimiento de la piel en un 25%? El resto se debe al sol y, sobretodo, a nuestra alimentación. Si bien el tabaco es el vicio que más la daña, el alcohol también es un mal aliado. El peor es el destilado, afecta las fibras de colágeno igual que el tabaco y provoca arrugas, acné y, en los casos de daño hepático, la piel se hace opaca y de un color amarillento.
Sin duda alguna, comer es uno de los principales placeres de esta vida. Está en nuestras manos decidir si nuestro organismo acaba las comidas tan feliz como nuestro estómago.