El primer motivo por el que conviene mantenernos y enfocarnos de forma positiva es porque lo contrario no funciona. Pensar en qué puede fallar, en lo que no controlas, en el peor escenario, en todas las consecuencias negativas y cómo condicionarán tu vida, no te convertirá en alguien más resolutivo, capaz, creativo, seguro o feliz. Ser negativo no funciona. Así que solo nos queda una alternativa: tratar de pensar en términos útiles y positivos, aunque solo sea por tener una mejor calidad de vida.
Las personas optimistas procesan mejor la información negativa; a pesar del optimismo, evalúan y gestionan el riesgo, manejan la información compleja con mayor claridad, tienen conocimiento sobre cuándo persistir en la tarea o retirarse a tiempo, y trabajan con mayor creatividad y nuevas ideas.
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El optimismo y la positividad no son genéticos, ni dependen de la edad, ni de la calidad de vida que tiene una persona. Solo es una actitud ante la vida. La persona positiva no tiene una vida fácil a su favor, lo que tiene a su favor es su actitud. Ser positivo no te asegura el éxito, ni siquiera una vida plena, pero sí te acerca a ese objetivo, reduce el nivel de estrés y permite contemplar el entorno desde una perspectiva más serena.
Todo necesita un equilibrio. Pensar excesivamente en positivo nos puede llevar a minimizar el riesgo de una decisión y a no contemplar aquello en lo que se puede fallar, los inconvenientes o desventajas. Pero de ahí a ver todo como un posible fracaso o como algo imposible, hay un término medio.
Nuestra manera de evaluar e interpretar el entorno condiciona la forma en que nos relacionamos con él, las decisiones que tomamos y cómo nos sentimos. Ni Juan, ni Juanillo. Ni podemos ver todo ajeno a la realidad con tal de salir adelante con nuestros sueños, ni podemos verlo como algo imposible. La positividad no es una frivolidad. Es contemplar el futuro, los objetivos y los cambios desde el punto de vista de lo posible, confiando en nuestra capacidad, pero teniendo en cuenta las barreras para darles solución.
Una persona optimista:
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Cuida y mima sus pensamientos. Son la clave de todo. Decía Epicteto, filósofo estoico del siglo I a. C., que “la perturbación emocional no es creada por las situaciones, sino por las interpretaciones de esas situaciones”. Una de las diferencias entre los que disfrutan, se agarran a la vida e intentan sacarle todo el jugo en igualdad de circunstancias, está en su capacidad para gestionar, elegir o ignorar aquellos pensamientos que torpedean su ritmo de vida.
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No juzga de forma negativa. Tenemos que tener cuidado con cómo interpretamos lo que ocurre a nuestro alrededor, porque de nosotros depende en gran medida condicionar el futuro y que éste responda a las expectativas que nos habíamos marcado. Tenemos un gran poder para comportarnos y guiarnos hacia lo que nosotros pensamos que puede ser.
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Valora objetivamente los problemas. Debemos valorar objetivamente los problemas… pero con los ojos y la mente de un optimista. De esta manera estaremos orientados hacia la búsqueda de soluciones, en lugar de consumirnos dentro del problema.
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Confía en sus recursos y se enfrenta a los problemas. Mira la vida de frente, da la cara, afronta lo que acontece (positivo y negativo) con autonomía y responsabilidad sobre su pasado, presente y futuro. Trata de ser lo que quiere ser.
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Actúa como alguien positivo con soluciones. William James, el padre de la psicología, dijo: “Si desea tener una cualidad… actúe como si ya la tuviera”. Por muy negativo que te sientas en un momento determinado, finge ser alguien positivo: actúa y piensa como lo haría un positivo, con la forma de arreglarte, de pensar, de caminar, de sonreír, de saludar, con cada pensamiento, expresión y movimiento. Si te observas, verás lo rápido que respondes a esta actuación, y cuando menos te lo esperes, te darás cuenta de que no estás actuando. Esto no significa ser un farsante, significa hacernos cargo de nuestro estado anímico e influir en él con responsabilidad para modificarlo.
No recuerdo de quién es esta frase, pero me parece acertadísima: “Siempre que pienso en algo negativo o preocupante, lo paso terriblemente mal. Así que he decidido dejar de pensar en ello”.