Cumplir años es también sinónimo de más experiencia, sabiduría, bienestar emocional y mejor resolución de problemas y conflictos.
Decía Picasso que “toma mucho tiempo hacerse joven”. Y razón no le faltaba. De media, vivimos tres décadas más que nuestros bisabuelos y eso es casi una vida adulta extra. Y aunque la sociedad acostumbra a asociar el cumplir años con el declive del cuerpo y de la mente, numerosas investigaciones científicas realizadas en la última década no sólo desmontan este estereotipo, sino que además descubren un sinfín de talentos sorprendentes en el cerebro maduro.
Para empezar, es cierto que aumentan los despistes, que no somos tan ágiles como cuando teníamos 20 años, porque el cerebro, como el corazón o las articulaciones, también envejece y eso supone un cambio en la manera de funcionar cognitivamente.
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Pero, a cambio, nuestra mente se vuelve mucho más aguda y eficiente en un sinfín de capacidades importantes para la vida; por ejemplo, somos capaces de lidiar mejor con los conflictos sociales; nos volvemos mucho más resolutivos y conciliadores, lo que no nos va nada mal para desenvolvernos en sociedad, con la familia, los hijos, los amigos… Pero, sobre todo, de entre todas las ventajas que comporta hacerse mayor, seguramente la más importante es que con la edad nos sentimos más felices.
“Cada vez hay más gente –filósofos, artistas, médicos, científicos– que mira el tercer acto de la vida, esas tres últimas décadas extras, y se dan cuenta de que envejecer es también un potencial. La mayoría de nosotros, pasados los 50, nos sentimos mejor, menos estresados, menos ansiosos, menos hostiles”, reclamaba en una conferencia TED la actriz casi octogenaria Jane Fonda.
Más felices
La psicóloga Laura Carstensen, directora del Centro para la Longevidad de la Universidad de Stanford (EE. UU.), que lleva varias décadas indagando acerca del bienestar en la edad madura, defiende que “hacerse mayor comporta mejoras muy importantes. Para empezar, más conocimiento, experiencia y sabiduría. Incluso los aspectos emocionales de la vida mejoran”.
Esta investigadora realizó un estudio con personas de entre 18 y 94 años de edad, a las que siguió durante una década con el objetivo de averiguar de qué forma cambiaban sus experiencias y emociones a medida que pasaban los años. Dio a todos los participantes unos buscas electrónicos a los que, de manera aleatoria durante el día y también a primera hora de la noche, enviaba preguntas que debían responder, como por ejemplo: cuán felices o tristes se sentían en ese momento, o si experimentaban frustración, enfado…
Al terminar el estudio, Carstensen comprobó que, con los años, los mismos individuos se sentían más felices y las emociones negativas, como la tristeza, la ira o el miedo, eran menos pronunciadas que cuando eran más jóvenes. “La gente mayor es, sin duda, más feliz que los jóvenes”, asegura esta psicóloga.
Otra investigación, esta vez de la Universidad de Michigan (EE. UU.), mostraba una carta a 200 personas en la que una tal Abby les planteaba un problema que tenía y les pedía que la aconsejaran. Los mayores de 60 años supieron ponerse mejor en la piel de Abby, pensar posibles soluciones y sugerirle respuestas que los veinteañeros.
“Ya has aprendido a decir que no. Y ya sabes lo que quieres, cómo lo quieres y eres capaz de discutirlo. Llevas una mochila llena de argumentos”, aseguraba la veterana periodista Olga Viza en el marco del Senior Economy Summit, una iniciativa impulsada por la Obra Social “la Caixa”, celebrada en abril en Barcelona.
Para Susana Quintas, directora técnica de Random Strategy SA, que también participó en el Summit, con la edad ganas además “la libertad absoluta a la hora de definir cómo es tu día a día […] qué haces, qué no haces y con quién”.
Mejora la gestión de problemas
Está claro que el cerebro maduro no es tan rápido ni ágil como el de un chaval y que se vuelve despistado, pero los neurocientíficos han descubierto que, a cambio, también ha desarrollado redes neuronales capaces de manejar problemas complejos y resolverlos; estas redes nos dan una perspectiva más amplia sobre el mundo, una mayor capacidad para discernir patrones, conectar los puntos y, en definitiva, ser más creativos.
También hay evidencia científica de que cuantos más años encima, más inteligentes en cierta forma. El estudio longitudinal de Seattle es seguramente la investigación epidemiológica más extensa y de mayor envergadura jamás realizada, y durante 40 años siguió a más de 6.000 personas con el objetivo de averiguar cómo cambiaban sus capacidades mentales con el avance del tiempo.
Este estudio descubrió que, de media, los participantes completaban mejor los tests cognitivos a los que les sometían a mediana edad que cuando eran jóvenes. De los 40 a los 60 y muchos, los voluntarios completaban mejor las pruebas de vocabulario, tenían mejores habilidades de orientación espacial y un mejor razonamiento inductivo que aquellos participantes de 20 años.
Gary Small, un psiquiatra especializado en geriatría que investiga en la Universidad de California, en el Instituto del Cerebro, explica que la amígdala, una estructura profunda del cerebro que es como una especie de sistema de alarma encargado de evaluar potenciales amenazas, con las canas reacciona ante riesgos reales pero se activa menos por cosas sin importancia, como que el vecino del quinto te ha cerrado la puerta en las narices a pesar de ver que venías cargado con la compra.
Según Small, autor de La Biblia de la longevidad, entre otros, los cerebros maduros establecen mejores conexiones que los jóvenes. Si bien les cuesta asimilar nueva información, con aquella que ya conocen trabajan más rápido y de forma más eficiente, evalúan mejor una situación y llegan a soluciones efectivas.
Menos resfriados, alergias y migrañas
Cumplir años también conlleva algunos beneficios para la salud. En primer lugar, como el sistema inmunitario cuenta con más experiencia, ya que a lo largo de la vida ha tenido que enfrentarse a muchos cuerpos extraños, posee anticuerpos para la mayoría de bacterias, virus y otros organismos. Así es que nos resfriamos menos que la gente joven (si bien es cierto que, en edades más avanzadas, el sistema inmunitario tiende a debilitarse).
También las alergias disminuyen con la edad, como las migrañas. Y el sexo, en cambio, al contrario de lo que se suele pensar, acostumbra a ser más satisfactorio. Un estudio sobre la actividad sexual y la satisfacción de mujeres de más de 80 años halló que más de la mitad siguen teniendo orgasmos siempre o en la mayoría de las ocasiones. Y otro estudio recogía que siete de cada diez personas mayores de 60 años se sentían más satisfechas sexualmente que cuando tenían 40.
Eso sí, para poder envejecer con un cerebro y un cuerpo sano, hay que cuidarse, ya que un 10% de nuestra longevidad depende de nuestros genes, pero el resto, el 90%, de nuestro estilo de vida. “Dispones de todo el tiempo para ti. Y hay que estar activo”, recordaba Loles Vives, mejor atleta veterana de Europa, durante el Senior Summit celebrado en Barcelona.
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Tener una dieta sana y equilibrada es fundamental, pero también practicar ejercicio de forma regular, desafiar al cerebro con nuevos retos como aprender un idioma, a bailar el tango o a tocar el piano, y mantener relaciones sociales. Y el tabaco, el alcohol y el estrés, cuanto más lejos mejor.
Decía la escritora Isabel Allende en una conferencia que la palabra jubilación, en castellano, es también un sinónimo de celebración, de júbilo. “Ya hemos acabado con nuestras obligaciones, ya hemos contribuido a la sociedad. ¡Ahora es nuestro momento!” Celebremos, pues, el tercer acto de la vida.