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Miedos y angustia
La ruta de tu vida

Miedos, ansiedad y otros demonios

Abril 21, 2016 5 min 22 veces compartido

Si hay algo de lo que ninguno de nosotros estamos libres es de nuestros miedos. Todos tenemos alguno, y es natural. Tener miedo es normal. Pero hay muchas personas que tienen muchos miedos, fantasmas, a los que ven como demonios, lo que provoca que tengan una vida limitada, se sientan inseguras y pierdan oportunidades.

Tengo pacientes deseosos de liberarse de sus miedos y así poder coger el timón y dirigir sus vidas. Pero lo ideal es liberarnos de nuestras interpretaciones, de lo que pensamos que dicen nuestros pensamientos, de las amenazas que no lo son, y no de la respuesta de miedo. El miedo es genial, nos permite ponernos a salvo cuando la mente detecta un peligro. El problema es que vemos peligros dónde no los hay: los hijos se van de casa y tenemos miedo a quedarnos solos, miedo a fracasar en un trabajo, a no pasar un examen, miedo a no superar la prueba deportiva que llevas preparando todo el año, miedo a decir algo inoportuno en un grupo de personas y sentirte rechazado, miedo, miedo, miedo… Ninguno de ellos pone en peligro tu vida, ni siquiera tu futuro ni tu reputación, así que la respuesta física que estás dando no te sirve para nada. Te sirve para quedarte por el camino, para no dar lo mejor de ti y para sufrir. Nada más.

Y entonces, ¿qué hacemos con nuestros temores?

  1. Acepta que lo temido puede pasar. Lo que genera el miedo son tus pensamientos, no el hecho de que algo malo vaya a ocurrir. Tratas de razonar con tus ideas, buscar argumentos que te dejen tranquilo, pero siempre terminas encontrando un contraargumento que te vuelve a poner nervioso. Y al final es como jugar al tenis con tu mente: un pensamiento va y te altera, otro viene de vuelta y lo contrarresta, y entre el pim y el pam, tu mente sin barrer. Dale las gracias a tu mente, así de fácil: “Gracias, mente; puede ser que fracase, lo acepto”, y deja de justificarte, minusvalorarte y razonar más. Como ya habrás comprobado, lo que has hecho hasta ahora con tus pensamientos ¡NO FUNCIONA! Las terapias de tercera generación, las relacionadas con la meditación y la aceptación, lo tienen muy claro y además me parecen las más eficaces y útiles. Se trata de dejar de luchar contra los pensamientos, aceptarlos y tomar distancia, sin intervenir sobre ellos. “Sin intervenir” significa sin que los invites a tu casa a tomar café y te pases toda la tarde de cháchara con ellos.
  1. Exponte a tu miedo. Los miedos se intensifican y se mantienen porque los evitas. Y al evitarlos dejas de comprobar que no son tan temibles como parecían. Cuando te enfrentes a ellos, piensa en qué es lo peor que puede pasar y asúmelo: no superar la entrevista, estar sin los hijos en casa, ser criticado en un grupo…; si esto pasa, ¿qué más da? La vida da muchas vueltas, nos ofrece otras oportunidades, uno puede aprender a vivir con la idea de no caerle bien a todo el mundo… La mayoría de las consecuencias catastróficas que conlleva un miedo somos capaces de asumirlas y hacerles frente. Ya sabes, no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. No sabrás dónde está tu nivel de superación si no lo compruebas.

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  1. Cambia tu foco de atención. Si estás pendiente de todo lo que puede fallar cuando te enfrentes a tu miedo, ocurrirá. La mente termina encontrando lo que va buscando. Si tienes miedo de subirte en un ascensor, tu foco de atención estará pendiente de estímulos que los demás, los que no tenemos miedo, ni siquiera percibimos: la velocidad a la que sube, si suena algo del motor… Trata de pensar en algo divertido cuando entres en el ascensor o de hablar con la persona con la que vas, desvía tu atención. Procura que sea una atención consciente.
  1. Entrena alguna técnica de relajación, respiración o meditación. Con ello podrás intervenir directamente en tu amígdala, centro neurálgico de los miedos. Saber estar sereno ante una situación temida es tener media partida ganada. Date cuenta de que muchas veces son más las sensaciones de ansiedad las que te hacen sentir mal (la sudoración, el latido cardíaco, el nudo en el estómago) que el propio miedo.
  1. Utiliza el humor. El humor te confiere control. La idea de poder reírte de tu miedo, imaginarte al entrevistador desnudo durante la entrevista, hará que te relajes. La risa es una respuesta antagonista a la tensión y la ansiedad, de modo que mientras ríes y relativizas, tu mente y tu cuerpo no están tensos ni nerviosos.

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El estresor, el estímulo que da miedo, es lo que menos importa. Lo que realmente tienes que trabajar es tu determinación y tu motivación y prepararte para afrontarlo. ¡Ánimo!, es más fácil de lo que te imaginas.

Y recuerda,  cuidarse hoy es una inversión de futuro.

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