“Podemos revertir la edad de morir, pero, para lograrlo, es fundamental entender qué son la epigenética y el microbioma, y ponernos a trabajar para conseguir este objetivo”. Así se ha manifestado el doctor Climent Casals-Pascual, consultor y jefe de sección de bacteriología del Departamento de Microbiología del Hospital Clínico de Barcelona, durante una ponencia en el Longevity World Summit 2020, un evento online organizado por la Universidad de Barcelona y el Longevity Institute.
En su intervención, que ha llevado por título De los microbios a los macrobios. Genoma, microbioma y longevidad, ha destacado que “los seres humanos tenemos aspiraciones macrobióticas de vivir mucho tiempo” casi desde los albores de la humanidad. No en vano, el término ‘macrobios’ fue utilizado por primera vez por el emperador persa Cambises II, en el año 530 antes de Cristo, para referirse a una tribu en la que todos sus miembros eran gente vigorosa y longeva.
Desde entonces, ha indicado Casals-Pascual, “existe una evidente obsesión por la juventud eterna”, que hoy, tal y como la ciencia ya ha logrado constatar, está íntimamente relacionada con “realizar cada día una rutina de ejercicio, dieta sana y tareas para mantener la mente ocupada”. En este sentido, ha mencionado los estudios del microbiólogo Iliá Méchnikov, ganador del premio Nobel en 1908, quien descubrió el concepto de la inmunidad innata a través de unas células inmunitarias que poseemos los humanos y que pueden fagocitar a las bacterias.
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Somos más bacterianos que humanos
Según Casals-Pascual, uno de los elementos más importantes que introdujo Méchnikov fue que, por primera vez, habló de los probióticos como solución científica para mejorar la salud, algo que atribuyó, en el caso de los búlgaros, al consumo frecuente de yogur y al efecto positivo que, gracias a eso, llevaba a cabo en el organismo un tipo de bacterias, el Lactobacillus. “Su obsesión por el tema de la longevidad fue tal que llegó a atribuir el hecho de que unos animales vivieran más que otros al tamaño de su colon”. Según Méchnikov, tener un colon largo es algo malo porque todas las toxinas que contiene pueden pasar a la sangre y eso, a la larga, puede reducir la vida de una persona.
Casals-Pascual ha destacado que, en los últimos años, ha sido muy importante el proyecto Genoma Humano, que, desde 1990, ha pretendido descifrar todo el código genético de los seres humanos. “En 2003, se completó el genoma humano y aprendimos, por ejemplo, que el código genético de dos personas se parece en un 99,6% y que el 98% de este ADN no codifica nada, por lo que se conoce como ADN basura. También fue muy importante para saber que tener más ADN no significa estar más evolucionado”.
En esta línea, el doctor ha indicado que la variabilidad genética entre las especies y entre los individuos se explica “porque tenemos la microbiota, que es el conjunto de microbios que conviven en nuestro organismo sin infectarnos, a veces de manera simbiótica y otras veces no”. En concreto, ha afirmado que por cada célula humana, tenemos 9 células bacterianas, por lo que, en su opinión, “somos más bacterianos que humanos”.
De hecho, ha subrayado que toda la microbiota intestinal que posee una persona pesa alrededor de 1,5 kilogramos, que es, aproximadamente, el peso del cerebro. “Pero lo que importa no es el número de bacterias o de comunidades microbianas que tenemos sino su diversidad”. Por ello, para estudiar toda esta diversidad, se inició en 2008 un programa para secuenciar estos microorganismos que viven con nosotros. Casals-Pascual ha incidido en la relevancia del trabajo que realizan las bacterias en nuestro cuerpo, ya que “segregan ácidos grasos de cadena corta, que tienen una importancia clave en el organismo y en la salud”.
La obesidad, factor clave
Entre la información más curiosa que ha aportado destaca el efecto conocido en inglés como gut-brain axis, y que viene a decir que el intestino es el segundo cerebro de los humanos por el gran número de neuronas que contiene, a lo que se suma que el 80% de las células inmunitarias se encuentran en el intestino, el cual es responsable, además, del 90% de la producción de serotonina. Tal y como ha señalado, “el sistema inmunitario intestinal aprende de lo que comemos y el intermediario o traductor son las bacterias de nuestro intestino, nuestra microbiota”.
Como conclusión, el doctor ha asegurado que “el Santo Grial de la investigación, en la actualidad, es la longevidad. Podemos revertir la edad de morir, pero solo gracias al ejercicio y a la edad”. En su opinión, es posible optar a un envejecimiento desacelerado, pero siempre que trabajemos en favor del microbioma y de la epigenética, teniendo presente, por ejemplo, que la obesidad es un factor clave de riesgo para nuestra salud.