“No sé si seré capaz, me veo torpona”, “¿A mi edad? ¡Venga ya!”, “Si con la cabeza que tengo se me olvida todo”, “A mí me da vergüenza ser el abuelo del grupo, donde voy ahora a tocar la guitarra”. Comentarios como estos son típicos a partir de una edad. A muchas personas la edad biológica les condiciona el espíritu emprendedor, la motivación y el aprendizaje.
Enero es el mes en el que nos ilusionamos con los nuevos propósitos. Nos vemos capaces de empezar algo nuevo y de comprometernos con ello. Queremos un estilo de vida más saludable, aumentar nuestros conocimientos, ser más felices y vivir mejor. ¿De verdad vas a permitir que tus años, que son solo años, limiten tus deseos?
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Vamos a echarte una mano para que sigas sintiendo la magia de querer cambiar.
- Lo que sumas cada año son vivencias, experiencias, recuerdos, conocimientos, no vejez. Los años no son sinónimo de hacerse mayor, sino de hacerse sabio.
- Con la edad se pierden facultades, pero se ganan otras que facilitan el aprendizaje. Es cierto que la vista y el oído se pierden, pero ganas capacidad para relacionar, sentido común, pausa y paciencia.
- Muchas personas no tienen la experiencia ni la seguridad de sentirse capaces de cambiar, sencillamente no han tenido tiempo de experimentar sus virtudes y sus límites. En cambio, tú sí. A lo largo de tu vida has superado muchos momentos, buenos y malos, que te han dado herramientas, consciencia de tus fortalezas y la seguridad de que puedes luchar por lo que deseas.
- Tu mente y tu cerebro están más vivos que nunca. No paras de generar conexiones de neuronas a lo largo de toda tu vida; por lo tanto, puedes aprender cosas nuevas siempre que lo desees.
- Márcate un propósito relacionado con el ejercicio físico, adaptado a tus circunstancias. El ejercicio como bailar, pasear, nadar o hacer yoga, permitirá que tu cuerpo y tu mente estén en armonía. El ejercicio estimula la neurogénesis, y así tu cerebro se vuelve cada vez más brillante. Y libera endorfinas, nuestra droga natural de la felicidad.
- Elige propósitos que realmente te motiven. Olvídate un poco de los consejos de los hijos, las nueras y los yernos, que insisten en que aprendas esto y que aprendas lo otro. Piensa solo lo que a ti te apetece aprender: ¿un instrumento, ir a clases de pintura, un idioma, manejar una tablet, las redes sociales para comunicarte con tus nietos? Es difícil implicarse en los objetivos que otros ven adecuados para ti. Seguro que hay temas pendientes que, por un motivo u otro, no pudiste resolver con 20 años, y ahora, con 40, 50, 60 o con los que sean, puedes retomar.
- Apasiónate con tu objetivo. Nadie te va a examinar, no tienes que pasar una prueba, solo tienes que disfrutarlo y dejarte llevar.
- No tengas miramientos. Los padres y abuelos miran más por sus hijos y nietos que por ellos mismos. Tienes que pensar en ti, en tus deseos, en tu vida. Cómprate ese lienzo, esas zapatillas deportivas para caminar a gusto, date el placer de tener una tablet con la que divertirte…, lo que desees. Si tienes recursos, utilízalos. De vez en cuando, deja esa mentalidad hormiga.
- Ten tiempo para ti y que sea innegociable. Cuando uno cumple años o se jubila, parece que su vida tenga que estar a disposición de los que siguen trabajando. Es genial poder echar una mano a los hijos, pero también es genial poder disponer de vida propia. Comunica a tu familia los días y las horas en las que no estarás disponible.
- No te limites. Cambia la visión de ti mismo. Mírate como alguien con potencial, con capacidad de seguir creciendo y disfrutando.
Hoy en día son muchos los que quieren seguir llenando sus años de vida. Los propósitos están ahí, para que los elijas y trabajes en ellos. No se gastan, puedes tener tantos como tú desees.
Y recuerda, cuidarse hoy es una inversión de futuro.