¿Sabías que las personas excesivamente responsables sufren más ansiedad que el resto de las personas? En una investigación de las Universidades de Hiroshima y de Florida Central, se estudiaron tres tipos de sentido de la responsabilidad:
- Responsabilidad de proteger a los demás.
- Responsabilidad para estrujarse la cabeza en la búsqueda de soluciones.
- Responsabilidad sobre acontecimientos negativos y culpa.
El tercer tipo de sentido de la responsabilidad es el que más relación tenía con los trastornos obsesivos y con los trastornos de ansiedad generalizada.
El valor de la responsabilidad
Indudablemente, el sentido de la responsabilidad es uno de los valores más importantes. Porque la responsabilidad abarca tu formación, tu profesión, tus relaciones de pareja o el cuidado de uno mismo. La responsabilidad está presente en todas las áreas de nuestra vida. La ausencia de responsabilidad impide llevar una vida plena, protegernos o proteger a los nuestros. ¿Cómo podríamos finalizar un proyecto, acabar una carrera, cuidar de nuestra alimentación, estar pendiente de quienes nos necesitan, si no fuéramos responsables?
Pero ¿dónde está el límite entre ser responsable, comportarse con cierta obsesión o con una actitud controladora? El límite lo marcan las señales que emite nuestro cuerpo y nuestra mente y que rara vez escuchamos. Porque escucharlas supondría tener que cambiar el mal hábito de ser excesivamente responsables, y eso no lo queremos.
El precio del exceso de responsabilidad
A las personas muy responsables normalmente les ha ido bien en la vida. También les hubiera ido bien si hubieran bajado un poquito el listón. Pero eso no lo saben. Asocian que ese nivel de implicación, de compromiso, de esfuerzo, de responsabilidad son los motivos de su éxito, sea cual fuere el éxito. Su mente ha vinculado la idea de “ser muy responsables” con valores como la seguridad, el éxito, la calidad de vida, tanto propios como de sus seres queridos.
Pero ¿son conscientes del precio que están pagando? ¿Son conscientes que nadie les pide tanto? ¿Qué los que están alrededor serían igual de felices, o más, estarían igual de protegidos y disfrutarían de casi lo mismo si bajaran su nivel de responsabilidad? Son ellos los que se exigen a ellos mismos.
Las personas excesivamente responsables sufren cuando algo falla, cuando no consiguen controlarlo todo. Se culpabilizan de los errores, incluso de errores que no dependen de ellos. Personalizan esos fallos y buscan dentro de sí mismos lo que tiene una solución fuera. Y esto genera ansiedad, frustración y baja autoestima.
Proponerte un cambio que suponga bajar tu nivel de responsabilidad cuando ahora lo asocias a resultados positivos, es complicado. Pero solo piensa por un momento cómo te sentirías y qué peso te quitarías si pudieras delegar o bajar tu listón. ¿No tendrías un poco más de tiempo para ti, o incluso menos preocupaciones?
Cómo bajar tu nivel de responsabilidad
Puedes empezar por formular cada mañana el siguiente propósito. “Si viviera este día de hoy con un nivel menor de responsabilidad, ¿qué podría delegar, qué podría dejar de hacer o a qué podría dedicarle menos tiempo? ¿Cuáles serían las consecuencias? ¿Las podría asumir?”
Y lo más importante, ¿a qué podría dedicar ese tiempo que voy a ganar bajando un poco mi nivel de responsabilidad? Ese tiempo igual es el que no encuentras para alguna afición pendiente, para tu autocuidado, tus rutinas de belleza, tu ejercicio físico o simplemente para perderlo contigo.
Bajar un poco el nivel de responsabilidad cuando lo eres en demasía, nunca va a ponerte en riesgo. Ni a ti ni a los tuyos. Tus hijos no van a fracasar en el colegio si dejas de controlarles la agenda, no pasa nada si una semana no consultas el menú del cole para coordinarlo con las cenas, con revisar un análisis de datos tres veces igual es suficiente, no necesitan una cuarta revisión, y no, ese trapo de la cocina no te pide ser planchado.
El confinamiento nos ha enseñado que se puede vivir de otra manera. Incluso hay muchas personas que han redescubierto valores que teníamos en el fondo, pero muy fondo, del armario. Aprender a vivir, de forma plena, saber cuáles son nuestras prioridades, es importante en la vida. Todos nos vamos a morir igual. Pero no todos vamos a vivir igual.