Si os preguntamos a qué edad alcanzan las personas la felicidad plena, ¿qué responderíais? No es nada fácil encontrar una opinión generalizada al respecto, pero distintos estudios llevan tiempo apuntado que, mayoritariamente, tendemos a ser más felices a medida que nos hacemos mayores.
Así lo defiende, por ejemplo, la psicóloga Laura Carstensen, directora del Centro Stanford para la Longevidad. “La vejez trae algunas mejoras significativas: más conocimiento, experiencia y mejora de los aspectos emocionales de la vida”, explicó en una conferencia en Estados Unidos. Consciente de que muchos asocian los momentos de felicidad plena a la juventud y sorprendida ante la cantidad de estudios que contradicen esta percepción, Carstensen habla de “la paradoja de la vejez”. “Consiste en reconocer que no viviremos eternamente y eso cambia de manera positiva nuestra perspectiva de la vida”, apunta.
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El instituto norteamericano Gallup difundió hace años uno de los estudios que certifican esta relación entre edad y felicidad. En entrevistas telefónicas, la institución preguntó a 340.000 personas de entre 18 y 85 años si en las últimas 24 horas habían experimentado alguno de los siguientes sentimientos: alegría, estrés, preocupación, excitación o tristeza. Los resultados mostraron que los más jóvenes se encontraban en un estado de tranquilidad más o menos mayoritario, sensación que empezaba a torcerse ante los retos que la vida lanza a partir de los veinte o treinta años. Esta lucha interna sigue hasta los 50 y es en ese punto donde los investigadores detectaron un cambio de tendencia radical: la felicidad de la población incrementaba con el paso del tiempo. A los 85, muchos decían estar más satisfechos con su vida que cuando tenían 18 años.
Aunque ningún estudio da razones claras, el psicólogo Miguel Silveira apunta algunas. “A partir de los 50 años se contempla la existencia con mayor serenidad y conformidad, y se tiende más a recordar lo bueno del pasado personal que a estar preocupado por el futuro”, explica.
Teniendo en cuenta que la esperanza de vida aumenta cada vez más, podemos estar de enhorabuena porque tenemos ante nosotros más tiempo para disfrutar de la felicidad que conlleva la madurez. Ante esta perspectiva, ¿cómo podemos prepararnos para recibir esta etapa de la mejor manera posible? “El logro de ese bienestar no es fruto de una actuación en los últimos años, sino el resultado de haber cuidado durante las décadas anteriores la salud física y mental, entendiendo esta última de manera muy amplia”, apunta el Presidente de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud, Jorge Barraca.
“En el periodo de la última madurez, los objetivos que proporcionan satisfacción vital son propios y característicos”, añade. “Además de encontrarse sano físicamente, en el terreno psicológico se consigue ese bienestar cuando se encuentra un ‘lugar en la sociedad’ distinto del anterior en el que predominaba la productividad laboral, y que proporcione un sentimiento de integridad, de utilidad, a pesar de haber llegado a la jubilación”, apunta, subrayando que la sabiduría tradicionalmente se ha asociado a esta edad. “Esa imagen y esos sentimientos de respeto, de reconocimiento son los que hay que procurar”, concluye.
El psicólogo Miguel Silveira recomienda llevar una vida saludable que permita retrasar el deterioro, cultivar una actitud positiva ante los distintos aspectos de la vida, mantener los vínculos afectivos, ahorrar para cultivar la sensación de seguridad, alimentar el interés y la curiosidad por aprender y dar rienda suelta a alguna afición complementaria para cuando llegue la jubilación. En este sentido, nos fijamos en otro estudio: la Universidad de Carolina del Norte asegura que las personas mayores que practican ocio digital, son más felices.
Saber que las estadísticas muestran que la vida nos depara una felicidad en aumento es una muy buena noticia, pero no hace falta esperar la madurez para llegar al punto esperado porque, como dice el psicólogo Rafael Santandreu, “a cualquier edad es posible ser feliz”.