Nunca es tarde para estudiar. Poder dedicar tiempo a aprender sobre historia del arte, filosofía, biología o idiomas por puro placer, sin prisas o presión de necesitar un título, es uno de los privilegios de hacerse mayor. En España cada vez hay más universidades que ofrecen cursos para alumnos mayores de 50 años, y el éxito es considerable.
La Universitat de la Gent Gran de Cornellà es uno de estos proyectos, impulsado por la sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en la ciudad. Margarita González es la coordinadora y destaca la motivación vital que hay detrás de esta vuelta a las aulas: «A partir de los 50 ves la vida no por lo que ya ha pasado, sino por lo que queda, y piensas que el tiempo se tiene que aprovechar».
«La filosofía en esta edad es que no hay que angustiarse. Ya hemos sufrido y hemos vivido. Ahora tenemos que disfrutar, y es aquí donde entra en juego el placer de formarse», destaca González, que ve pasar por las clases a perfiles muy diversos de estudiantes. «Desde los 50 hasta más de 70 años, gente que trabaja y jubilados, con estudios universitarios o que no pudieron ir a la escuela cuando eran jóvenes», describe. «Todos quieren aprender, informarse de cosas que hasta ahora no han podido conocer porque han tenido una vida laboral o familiar intensa», explica.
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Ejercitar la mente mediante los estudios tiene beneficios innegables para la salud. La directora del máster universitario de Educación y TIC de la UOC, Lourdes Guàrdia, asegura que «sin duda, aprender estimula la actividad cognitiva», y da aún más razones: estudiar ayuda a «ser autónomo en una sociedad cada vez más tecnificada, a comunicarse con agilidad, saber resolver problemas en el contexto actual, relacionarse con el entorno y seguir teniendo confianza en uno mismo».
Más allá del aprendizaje
Volver a estudiar no sólo nos hace más sabios. Tal y como subraya la coordinadora de la Universitat de la Gent Gran de Cornellà, uno de los beneficios es que abriéndose a nuevos conocimientos y poniéndose al día, los estudiantes se entienden mucho mejor con las generaciones más jóvenes. «Ahora, cuando los nietos hacen los deberes, sus abuelos pueden ayudarles sin problemas. Esto hace que se sientan muy útiles porque quizás no pudieron hacerlo con sus hijos», explica. Además, hoy que las herramientas de estudio están tan ligadas a las nuevas tecnologías, volver a estudiar es también abrir una puerta al mundo digital y perder el miedo al 2.0.
Las relaciones intergeneracionales mejoran y, explica González, también se alimentan las relaciones entre los alumnos. «Para muchos, aparte de aprender, la principal razón es venir a clase. Algunos de los alumnos más grandes están viudos y se sienten solos. Aquí han formado una pequeña familia, quedan los fines de semana y hacen vida fuera de las aulas», destaca.