Si la vuelta de las vacaciones es de por sí costosa, en estos momentos complicados todavía lo es más. Son nuestras primeras vacaciones en dos años. La mayoría de las personas el año pasado nos quedamos en casa o fuimos como mucho a una segunda vivienda.
Viajar, conocer sitios nuevos, desconectar, conectar con otro paisaje, cultura, coger un avión, este año, para los que han podido hacerlo, ha sido un verdadero regalo. Deseábamos salir y sentirnos libres. La sensación de viajar en vacaciones siempre ha sido una fuente de ilusión y motivación para soportar a veces la dureza del invierno, de las responsabilidades, de la prisa…, pero este año se añadía algo muy importante: el propio disfrute de saber que tenías movilidad después de las restricciones, toques de queda y confinamientos.
¿Por qué cuesta tanto algo que es tan “de cajón”?
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Es de cajón que tenemos que volver de vacaciones. Todos los años repetimos esta rutina. Llega el verano y nos vamos de vacaciones. Y cuando se nos acaban los días de relax y ocio, volvemos al trabajo. Cada año ocurre lo mismo, pero cada año nos cuesta volver. “Se acabó lo bueno”, es la frase del postverano. Lo bueno es descanso, actividades que disfrutas, reencuentro con la familia, conocer y explorar un país nuevo, un rincón, un museo, probar otra gastronomía, tener tiempo para ti y para el autocuidado, dormir más, leer, tener tiempo para tus aficiones, no hacer nada…
Nos cuesta poco acostumbrarnos a lo bueno, pero nos cuesta mucho adaptarnos al mundo de las responsabilidades, del trabajo, al mundo en el que tenemos poco tiempo para nosotros y para cuidarnos.
Los estados de ánimo fruto de los procesos adaptativos tienen de positivo que son pasajeros. Es decir, el malestar, la pena, la frustración por volver nos van a durar lo que tardemos en adaptarnos a nuestras rutinas.
¿Cómo hacer la vuelta más llevadera?
- Vuelve con tiempo para la adaptación
Llegar a casa el domingo antes de incorporarte al trabajo el lunes es un generador de estrés. Cuando vuelves de vacaciones tienes que hacer limpieza, una compra, poner lavadoras, ordenar todo lo que traes del viaje. Y a esto le sumas mirar tu agenda, llamar a la familia, saber cómo están tus padres… Se trata de ubicarte para no empezar con todo alborotado. El orden nos da paz. Si llegas cansado de un viaje, lo dejas todo tirado, te incorporas al día siguiente al trabajo, no sabes ni qué comer porque no has podido planificarte, y el nivel de malestar será mayor.
Cógete dos días para poner un poco de orden, sentir tu hogar y tu espacio acogedores, de modo que cuando regreses al trabajo lo hagas sin la carga del desorden.
- ¿Qué puedes mantener que te agrade?
Elige una actividad placentera que practiques en vacaciones para seguir practicándola durante el año. Este es uno de los motivos por el que nos encantan las vacaciones, porque hacemos actividades placenteras, porque practicamos un estilo de vida que nos conecta, que disfrutamos, que nos hace sentir vivos.
Seguro que hay alguna actividad, alguna afición que puedes plantearte mantener durante todo el año, aunque sea una vez al mes. Elige una y empieza a planificar tu año incorporando esta actividad.
- Acepta
Acepta que las vacaciones son parte de nuestra vida, no toda nuestra vida. Acepta que tenemos momentos de ocio, de descanso, de no rutinas, de libertad, y que esos días tienen tanto valor porque se oponen a la rutina del año. Si durasen mucho más, igual no las disfrutaríamos de la misma manera. Pasarían a ser una de nuestras prácticas normales.
- ¿Qué es atractivo de tu vuelta?
Volver a una rutina, recuperar tus hábitos saludables, tu propio trabajo si eres de las personas a las que les gusta su trabajo, el orden en tu vida… A pesar del peso de las responsabilidades o del ritmo acelerado, nuestro día a día suele tener momentos maravillosos. Y solemos valorarlos cuando los perdemos. ¿No te has dado cuenta de que cuando te han hospitalizado, cuando has tenido que guardar reposo, cuando has vivido un ERTE, lo que deseas no es estar de vacaciones sino recuperar tu vida? Porque al perder nuestros hábitos normales los echamos muchísimo en falta: “¡Qué ganas de que todos tengamos ya nuestros horarios y poder centrarme en el trabajo!”, “¡Qué ganas de volver a mis clases de baile y ver a mi grupito de la academia!”, “¡Qué ganas del café por la mañana con mi compi de trabajo!”.
- De todos tus estresores, ¿a cuál puedes despedir procedentemente?
De la vuelta de las vacaciones, nos cuesta más volver a enfrentarnos a lo incómodo y estresante que dejar de lado la “buena vida”. De todo lo incómodo, ¿qué podrías delegar, dejar de hacer o minimizar? ¿Eres de las personas que necesita tenerlo todo controlado, de las que creen que como tú no lo hace nadie, y por eso, además de tu trabajo fuera de casa, tiras en casa de todo? Igual es el momento de delegar parte del trabajo en casa, de contratar a alguien que te eche una mano para tener más calidad de vida, o de dejar de ser tan perfeccionista con todo para tener un poco más de tiempo para ti.
Te animo a escribir una lista de “tus fastidios” y poner al lado cómo podrías cambiar tu relación con ellos: delegas, abandonas, reduces la frecuencia, etc. Con que empieces con algo, ya es un gran paso.
- Tres agradecimientos al día
Solemos tener la queja muy fácil, pero nos cuesta más tomar conciencia de todo lo que podríamos agradecer. Tomar conciencia de lo afortunados que somos en muchos aspectos de nuestra vida nos ayuda a relativizar y cambiar nuestro estado de ánimo.
Te animo, antes de acostarte, a agradecer qué tres cosas bonitas han pasado en tu día. Cierra los ojos, visualiza el momento, sonríe y disfruta de ello. Este ejercicio puede darte mucha paz.
- Decide la presencia que va a tener la tecnología en tu vida
Amor-odio es el nombre que podría definir la relación que mantenemos con la tecnología. Por un lado, nos facilita mucho la vida, nos mantiene en contacto, nos divierte y entretiene, pero por otro, nos roba tiempo, nos atonta y, sobre todo, nos estresa.
Decide cuánto tiempo vas a estar desconectado y elige también momentos de cero tecnologías. Aunque tú creas que no los necesitas, te aseguro que tu cerebro, tu creatividad y otras aficiones que encontrarán su lugar te lo van a agradecer. Momentos de cero tecnologías pueden ser los momentos en familia, los momentos en torno a la mesa o apagar el móvil a partir de una determinada hora por la tarde-noche.
Sería ideal que a partir de ahora dejáramos de vivir once meses de incomodidad para disfrutar un mes al año. Aprendamos a vivir más presentes, con más agradecimiento, bajando el ritmo de vida y exigiéndonos menos. Igual así no echaremos tanto de menos los ansiados días de vacaciones.